
Mientras que Alemania ha decidido abandonar la energía nuclear y centrarse en las renovables, algunos de sus vecinos como Bélgica o Francia tienen claro que no pueden dejar de romper átomos. El problema es que algunas de las centrales de esos compañeros en la Unión Europea están a sólo unos metros del territorio alemán: al otro lado de un río.
La petición de Alemania para que Bélgica cierre temporalmente los reactores de Tihange 2 y Doel 3 ante las dudas que le suscita su seguridad ha sentado mal, muy mal, en Bruselas.
El país que acoge las principales instituciones europeas ha contestado con una obviedad, diciendo que es la agencia de seguridad nuclear belga, no la germana, la que tiene competencias sobre las centrales en suelo belga. Y esa agencia ha lanzado además una advertencia: la cooperación entre ambos países en materia nuclear podría resentirse si Alemania no deja de presionar.
El incidente se produce después de que el pasado mes de septiembre Alemania protestase formalmente ante Francia a cuenta de otra planta nuclear fronteriza, la de Fessenheim. Excesivamente proclive a incidentes, París había renegado de su promesa previa de cerrarla, y sólo recientemente ha accedido a acelerar su cierre.
Y el pasado mes de enero la ministra de medio ambiente alemana, Barbara Hendricks, había declarado públicamente que le preocupaba la "cultura de seguridad" en el reactor suizo de Leibstadt.
¿Qué le pasa a Alemania?
Con esta política exterior relativamente agresiva, Alemania pretende introducir algo de presión en su entorno para favorecer la creación de una agencia de seguridad nuclear europea con capacidad para cerrar reactores a su antojo.
No se trata sólo, claro, de protegerse a sí misma de los efectos de un accidente nuclear. Alemania pretende así extender la prohibición de este tipo de energía altamente contaminante (aunque no emite CO2, la gestión de sus residuos deberá garantizarse y pagarse durante decenas de miles de años), frente a una Comisión Europea que a menudo es excesivamente benevolente con ella.
Mientras, fronteras adentro, Alemania aún no ha resuelto cuestiones como la indemnización que tendrá que pagar a las eléctricas por obligarles a cerrar sus nucleares, la factura que Francia y Reino Unido le van a pasar por devolverle sus residuos nucleares antes de lo pactado, ni ha conseguido construir un almacén permanente donde guardar los residuos de forma segura.