
La compañía de taxis sin licencia Uber ha cambiado de estrategia en Estados Unidos. Ante las últimas bajadas de tarifa de su rival Lyft, la multinacional ha recortado los precios que cobra a sus usuarios entre el 10% y el 45% en toda Norteamérica. El resultado en algunas ciudades no puede ser peor para los trabajadores de Uber. En Detroit, por ejemplo, la tarifa por cada kilómetro recorrido es ya tan pequeña que no cubre el coste de combustible y amortización asociado.
"Es deprimente", afirma Bill Scroggins, un trabajador de Indianapolis. "Ni siquiera estoy seguro de que quiera seguir conduciendo (para Uber), es como si lo estuviera haciendo gratis", añade.
Esta es la tercera vez que Uber baja las tarifas en el último año, y aunque dice que el recorte es estacional, también deja claro que podría hacerse permanente. No en vano, en un tercio de las ciudades en las que bajó precios en 2015, éstos no han vuelto a subir. Y en sólo dos (del más de un centenar) las tarifas volvieron al punto de partida, mientras que en el resto el efecto neto fue negativo para los conductores.
Ante la posible reacción de los conductores, con los que Uber ya ha entablado varias batallas judiciales con el objetivo de denegarles el derecho a la negociación colectiva (tratando de impedir que se reconozcan como trabajadores por cuenta ajena e intentando que sigan siendo algo así como falsos autónomos), la multinacional ya ha tomado una determinación.
Ha instituido así algo parecido a una especie de salario mínimo por hora de servicio prestado, y ha animado a los conductores a que multipliquen el número de servicios realizados por jornada.
"Nos preocupamos seriamente por las ganancias de los conductores", afirma Andrew MacDonald, gerente regional de Uber en EEUU, que añade: "creemos en los recortes de precio cuando la demanda se ralentiza".
La política de recorte de salarios a sus trabajadores no sólo podría tener consecuencias imprevistas en el plano laboral, sino que tampoco parece convencer a los analistas cuando se les pregunta acerca de la promesa que había realizado Uber.
La gigantesca compañía había asegurado que daría beneficios por primera vez en el segundo trimestre de este año que acaba de comenzar, pero la guerra de precios parece poner en duda seriamente esta posibilidad.
"Uber tendrá que sacrificar los beneficios para mantener el crecimiento", afirma Evan Rawley, profesor de la Columbia Business School, si quiere mantener el atractivo entre los inversores. Con una valoración que ya supera los 70.000 millones de dólares, y sin resultados de explotación positivos a la vista, la compañía sólo tiene un camino para ofrecer rentabilidad a los accionistas: seguir alimentando la espiral de valor a toda costa, incluso por encima de sus propios trabajadores.