
Los grandes inversores están rechazando el carbón como destino de sus capitales. Ya antes de la celebración de la Cumbre de París, una docena de los mayores bancos, fondos y aseguradoras del mundo -desde el fondo de pensiones noruego hasta Allianz o ING Bank- anunciaron que lo abandonaban por sus elevadas emisiones de CO2.
Una de las grandes diferencias de la Cumbre de París en relación a las anteriores citas similares -una por año- es que una parte muy relevante del mundo empresarial y financiero ha presionado a los líderes políticos para que alcanzasen un acuerdo global. Así, muchos han anunciado su intención de rehusar los activos basados en los combustibles fósiles -sobre todo el carbón- y de apostar por las tecnologías limpias.
Esta labor ha llevado a Brian Ricketts, secretario general de la Asociación Europea del Carbón y el Lignito (Euracoal), la patronal europea del negro mineral, a decir que su sector "será odiado y vilipendiado, de la misma forma en que los tratantes de esclavos lo fueron". En su opinión, el Acuerdo de París "no es una posición sostenible y la industria no seguirá aceptándolo".
La industria del carbón en la UE no pasa por sus mejores momentos: los objetivos climáticos comunitarios implican abandonar el negro mineral y sólo Polonia defiende su permanencia en el mix energético. El pasado viernes, tal si fuera un símbolo de la situación, Reino Unido clausuró la que fue la mayor mina de carbón de Europa, conocida como Big K. Fuera del bloque occidental la cosa no está tan clara: India, el tercer emisor de gases de efecto invernadero tras China y EEUU, ya ha anunciado que el Acuerdo de París, basado en las contribuciones voluntarias de los estados firmantes, no va a afectar a sus planes de doblar el uso de carbón hasta 2020.
Y aunque los planes para construir nuevas plantas térmicas de carbón llevan unos años reduciéndose -en 2012 había 1.400 GW previstos, que bajaron a 1.080 GW en 2014-, sólo con que se ejecute un tercio de lo planeado se daría al traste con las expectativas de reducir el calentamiento global alrededor de 2º centígrados. La mayoría de este crecimiento tendrá lugar en Asia, con China, India e Indonesia como grandes protagonistas.
No obstante, estos países también son líderes en el despliegue de renovables -sus economías necesitan energía imperiosamente- y, si encuentran problemas para financiar el carbón, será más fácil que cambien de idea. La AIE acaba de vaticinar que se consumirán 5.800 millones de toneladas de carbón hasta 2020, unos 500 millones menos que en la previsión anterior.
El carbón es el combustible fósil que más calienta la atmósfera al quemarse -emite medio kilo de CO2 por kWh, el doble que el gas natural- y, además, expulsa partículas dañinas para la salud que matan prematuramente a 800.000 personas al año, 23.000 de ellas en la UE, los países balcánicos y Turquía.
La planificación eléctrica española prevé una reducción del carbón del 11 por ciento (1.350 MW) hasta 2020. El carbón ha sido la segunda fuente de generación de electricidad en 2015, con el 20 por ciento, tras la nuclear.