
Boeing y Lockheed Martin han registrado hoy una protesta formal ante las autoridades de EEUU por adjudicar la semana pasada a su competidora Northrop Grumman el gigantesco contrato para la fabricación de la nueva generación de bombarderos nucleares, y pretenden que el contrato vuelva a licitarse.
La dos compañías que ahora recurren afirman que la evaluación realizada por el Gobierno no compensaba adecuadamente sus propuestas para acabar con una situación clásica en el desarrollo de nuevo armamento: la espiral de sobrecostes.
"Nuestra propuesta es la única que ofrece al gobierno y al soldado el mejor bombardero estratégico de largo alcance, a un coste que desafía la tendencia de sobrecostes prohibitivos experimentada en otras adquisiciones" realizadas por EEUU.
Conforme a la adjudicación realizada la semana pasada, se espera invertir cerca de 22.000 millones de euros sólo en el desarrollo de los nuevos aviones. En cuanto al coste de fabricación, se espera que ascienda a cerca de 500 millones por unidad si se completa una primera remesa de 100 aparatos.
Estados Unidos quiere jubilar con esta nueva generación de bombarderos invisibles al radar a los vetustos B-52 (que entraron en servicio hace 60 años y que, pese a tener gran capacidad de carga, son lentos y vulnerables) y a los B-1 Lancer (en vuelo desde 1974, caracterizados por su ala móvil pero inútiles frente a la detección por radio enemiga).