
No hay sustituto para el Patriarca. Cuando un día de mayo de 2002, durante una ceremonia, 160 trabajadores procedentes de 27 países desfilan bajo sus respectivas banderas para rendir homenaje a la ilustre carrera de François Michelin, en compañía de 1.400 accionistas, la cogerencia pasó entonces de tres a dos miembros. A su hijo Edouard, llamado doce años antes a continuar la obra, tras medio siglo de reinado no compartido. Sin embargo, frente a este escenario bien orquestado, la suerte dispondrá otra cosa, el hijo desaparecerá a causa de un accidente en 2006, con 43 años.
Qué contraste entre Bibendum, emblema jovial mediático y centenario de una de las marcas más conocidas del mundo y el austero cogerente de la fábrica. De alma provinciana, el hombre apenas se implicaba, detallaba poco su estrategia y cultivaba el secretismo. Y, sin embargo, nadie ignora sus fórmulas asesinas para sus bestias negras: los sindicatos, los políticos marxistas (la práctica totalidad de ellos, en su opinión), o los funcionarios de cualquier pelaje.
La 'lava negra'
La trayectoria del conservador Don François dista mucho de resumirse en una guerra de trincheras contra las fuerzas del progreso: cuando accede en 1955 a la gerencia de la fábrica, dentro de una total discreción, tras un ritual iniciático en todos los puestos de la casa, Michelin es entonces el décimo fabricante mundial de neumáticos, muy lejos de los grandes productores americanos. En Clermont-Ferrand, la "ciudad de lava negra" descrita por Zola, todo gira en torno a la fábrica, que financia indistintamente las guarderías, las viviendas de los obreros y el club de rugby local. Cuando cede el control a su hijo en 2002, éste hereda de un líder mundial, que da trabajo a 127.000 personas en 18 países en los cuatro continentes y el 40% de su actividad procede de América.
Nacido en Clermont en 1926, huérfano desde los 10 años, el joven François fue criado en Annecy por una tía muy devota, de la cual recibió una educación estricta y religiosa. Con 12 años, su abuelo le lega la firma que fundó en 1889, y confía las llaves de la casa a su yerno Robert Puiseux (tío de François), esperando que pueda acceder al trono. ¿Michelin? La firma es el origen "del desarrollo del neumático desmontable" y de la guía del mismo nombre, como subrayaba François en su folleto del Who's who, tan escueto como él.
En realidad, oculta en su caja fuerte un verdadero tesoro, que será el origen de toda su expansión posterior: el neumático de carcasa radial, inventado en 1936 por un obrero de la casa, y que permite que ruede mucho más deprisa que las demás sin reventar. Una prometedora innovación que permanecerá durante diez largos años en los almacenes, antes de que el joven François, a su llegada a la cúspide de la fábrica familiar, decide apostar por ella. Golpe maestro por un golpe de suerte: mientras los clientes, fabricantes de automóviles, adoptan rápidamente esta técnica, a los demás fabricantes les cuesta mucho reaccionar. Durante dos largas décadas, Michelin rascará cuotas de mercado y se expandirá internacionalmente.
Gusto por el secretismo
Pero mientras François era muy favorable a la innovación tecnológica, clave de todos los éxitos, estaba atascado en el plano social. Imagen casi perfecta de una patronal paternalista y arcaica, heredera de otro tiempo. Huyendo como de la peste de los círculos políticos e industriales parisinos, desarrolla un gusto enfermizo por el secretismo, convencido de que la menor filtración al exterior podía torpedear el buen funcionamiento de la casa. Un gusto por el secretismo que su hijo Edouard intentó remediar después a pesar de su evidente timidez en sus comienzos.
La dolorosa 'enmienda'
En cuanto a la política, ¿para qué perder su tiempo? Paradójicamente se sentía más cerca de Mitterrand, por mediación de conocidos comunes, que de Valéry Giscard d'Estaing, inspector de Hacienda y, por tanto, símbolo de la detestada tecnocracia "que tiene ideas sobre todo y especialmente sobre la economía".
El relevo a su hijo constituirá un momento importante de la actualidad económica y social, revelador de una cierta ruptura entre la familia y el país real. En 1999 François decide ceder la presidencia de Michelin a uno de sus hijos, entonces ingeniero de 36 años. Primera etapa antes de abandonar la co-gerencia en 2002, a los 75 años, tal y como requerían entonces los estatutos de la sociedad. Deseosos sin duda de hacerlo bien de cara a la Bolsa, el joven delfín anuncia meses más tarde un aumento de sus beneficios y la supresión de 7.500 puestos en Europa. El escándalo político-mediático que siguió justificó el voto de la enmienda Michelin, la obligación impuesta a las empresas de negociar la reducción de la jornada a 35 horas antes de presentar un plan de despidos.
Aunque no haya trascendido a los periódicos, es fácil imaginar el estupor del Padre François frente a los "reductos marxistas" de dicho texto. Pero estaba ya inmerso en este silencio legendario frente al exterior, del cual nunca saldría.