
La transición energética se presenta como una necesidad para frenar la crisis climática y una oportunidad de negocio. Numerosas compañías y startups han surgido en los últimos años con el objetivo de reemplazar los combustibles fósiles por energías renovables. El potencial de estas últimas es más que evidente y no deja de atraer la atención de los inversores. Sin embargo, lo que para muchos es un cambio positivo, para los trabajadores de las compañías petroleras y del gas es una amenaza.
En Estados Unidos, los trabajadores de la industria de los combustibles fósiles llevan décadas sindicados, lo que les garantiza una seguridad en el empleo, salarios más altos, una pensión. En cambio, el sector de las energías renovables es nuevo y no se muestra a favor de los sindicatos, lo que les permite fijar sueldos inferiores. Según un estudio del Instituto de Investigación de Economía Política de la Universidad de Massachusetts Amherst, el salario medio de un trabajador de una startup de California ronda los 86.000 dólares al año, mientras que si trabajará en la industria intensiva del carbón ganaría casi 50.000 dólares más.
La oposición de las empresas del sector renovable a los sindicatos no es ningún secreto. En 2019, Bright Power, una empresa inmobiliaria de gestión de energía y agua, despidió a todos sus trabajadores y los sustituyó por subcontratistas cuando intentaron sindicarse. El estado de Oregon es otro ejemplo. Contrató a trabajadores no sindicados de fuera del estado para levantar varios parques eólicos en lugar de profesionales locales con experiencia, y todo porque estaban sindicados.
Contra todo pronóstico, son las empresas petroleras y del gas las que están dando respuesta al miedo de los trabajadores ante una transición energética injusta. Muchas compañías del sector están invirtiendo ellas mismas en energías limpias, reciclando trabajadores altamente cualificados que no necesitan formación para construir infraestructuras para energías renovables. Esta solución les permite mantener las condiciones alcanzadas gracias a los sindicatos. Compañías como la danesa Ørsted, el mayor promotor de energía eólica marina del mundo, han optado por este tipo de transiciones.
Los sindicatos y las leyes laborales se encuentran sumamente debilitados, como nunca antes. Ante esta situación, no basta con la actuación de las compañías, debe producirse una intervención de los estados y el gobierno federal, según Tom Kochan, profesor del Instituto de Investigación sobre Trabajo y Empleo del MIT, en declaraciones a Vox. Son estos organismos los que tienen que asegurarse de que los futuros proyectos de energía limpia, especialmente los que están subvencionados con fondos públicos, incluyan fuertes protecciones laborales. En el corto plazo, esto permitiría que los trabajadores de la industria de los combustibles fósiles hagan su particular transición energética sin renunciar al salario y condiciones laborales que ahora disfrutan.
Pese a que pueda parecer difícil en un país como Estados Unidos, es posible. Así lo demostraron los sindicatos de Oregon en 2021, al conseguir que los legisladores de este estado incluyeran en un proyecto de ley varias normas laborales especificas para los planes de energías renovables a gran escala. Dicho proyecto fue aprobado por la Cámara de Representantes estatal.
Transición energética en España
Mientras, España avanza en la transición energética. Según datos del Gobierno, las actividades relacionadas con las energías renovables y la lucha contra el cambio climático recibirán 7.421 millones de euros, un 30% de los fondos Next Generation destinados al primer semestre de 2022, convirtiéndose en el sector más beneficiado de este periodo.
Es seguido de cerca por el área de Movilidad Sostenible, que recibirá 7.223 millones, un 29,3% del total. A continuación está digitalización, crecimiento y competitividad industrial, con 8.100 millones de euros y más de un 20% de las convocatorias.
En cuanto a la medida aprobada por la Comisión Europea para catalogar el gas y las nucleares como fuentes de energías verdes, el Ministerio para la Transición Ecológica mantiene su postura, señalando que Bruselas "no envía señales adecuadas a la inversión en energía limpia".