Cualquier director de 'marketing' vendería su alma al diablo con tal de bautizar una categoría de producto con la marca de la empresa. 'Chupa Chups', 'kleneex', 'velcro', 'photoshop', 'donuts', 'aspirina', 'tiritas', 'post-it', 'jacuzzi', 'termo', 'frisbee', 'google', 'yo-yo', 'plexiglass', 'queroseno'... todas esas referencias se han convertido en universales, aspiración que estos días pretende Facebook.
El gigante 'online' se ha movido con agilidad y audacia para cambiar su nombre y hermanarse con una tendencia que promete marcar el destino de la vida 'online' en las próximas décadas. Antes de que llegue el denominado Internet de los sentidos, que se espera a partir de 2030, la mayor compañía global de medios sociales se ha propuesto liderar el denominado Metaverso. En palabras de Mark Zuckerberg, fundador y primer ejecutivo de la compañía, se trata de construir "una Internet con carne, en la que en lugar de limitarse a ver el contenido, se está en él".
Sin un segundo que perder, Facebook anunció hace dos semanas su intención de contratar a 10.000 talentos para dotar de músculo esa entelequia virtual donde la realidad virtual y la aumentada encuentra un mundo con la ayuda de los escenarios tridimensionales. Las aplicaciones de Oculus, los visores de VR y las próximas generaciones de 'smartglass' facilitarán esa transición hacia el Internet en el que habitarán los actuales escolares en cuanto alcancen la edad universitaria. El entrañable fiasco del Second Life, o el "quiero y no puedo" de los televisores en 3D han servido de escarmiento para recelar de la 'grey' que en su momento dio coba a semejantes 'petardos'.
Las miradas esquineras del resto de la industria merecen un párrafo aparte. Las empresas tecnológicas practican la suerte de don Tancredo, aquel cómico que ganó fama al sortear a los toros en lidia, desde lo alto de un frágil pedestal justo frente a la puerta de toriles.
Los gigantes 'online' asisten al fenómeno del Meta como si fuera una criatura exclusiva de los visionarios de Facebook, una invención de la factoría también dueña de WhatsApp e Instagram. Cuando caen chuzos de punta sobre Menlo Park, con una crisis reputacional histórica, con caídas globales de los servicios de la mayor plataforma de mensajería instantánea y con el recurrente sonrojo anual en el Congreso de EEUU, Facebook ha demostrado su capacidad de reinventarse ante la ignominia.
Mientras Jeff Bezos, Elon Musk y Richard Branson se dejan las pestañas en los medios de transporte del futuro inmediato, incluidos los tránsitos espaciales, Zuckerberg se pone las gafas para entrar en la conejera de Internet en busca de su País de las Maravillas. El exalumno más aventajado de Harvard tiene claro que la publicidad no será la principal fuente de ingresos de sus empresas, sino que todo será tan directo como pasar por taquilla para acceder a ese nuevo Internet donde además de ver y oír se podrá estar.