
Tras más de un año de pandemia y mucha polémica con las vacunas, Europa afronta en octubre una nueva estrategia farmacéutica. La eurodiputada Dolors Montserrat lidera este debate.
Europa ha asegurado dosis para los europeos en 2022 y 2023 con contratos con Moderna y Pfizer. ¿Serán las de ARN las que terminen reinando?
La Unión Europea ha asegurado a los Estados miembros 4.400 millones de dosis con empresas productoras. Ahora bien, la Unión Europea ha dejado muy claro que quien haya incumplido o incumpla un contrato con la Unión Europea y quien haya jugado con su reputación y con la salud de sus ciudadanos no podrá renovar contratos. No es tanto un tema de tipo de vacunas, sino sobre los incumplimientos de contratos. La Unión Europea no será reincidente con aquellos que hayan incumplido los contratos, además con mucha cantidad, como AstraZeneca.
¿Se confía en Europa en que la vacuna de CureVac se termine aprobando a pesar de su escasa eficacia?
Europa, como ha hecho hasta ahora, va a esperar a lo que diga la Agencia Europea del Medicamento. Lo que se han hecho son precontratos para que en el caso de que se apruebe tener aseguradas las dosis.
Cambiamos de tercio para hablar de la Estrategia Farmacéutica Europea. ¿Cuáles son las principales novedades?
Son tres cosas. La primera pone en el centro de la política farmacéutica al paciente, priorizando soluciones para las necesidades médicas no cubiertas, como por ejemplo las enfermedades raras. Recordar aquí que, de las 8.000 enfermedades raras, el 95% no tiene aún una terapia. También están presentes los pacientes de cáncer pediátrico, donde se investiga poco y queremos apoyar esa investigación. También las resistencias antimicrobianas, porque cada año fallecen en Europa 30.000 personas por bacterias que resisten a los antibióticos.
Hablaba de tres patas. ¿Cuáles son las otras dos?
Esta década va a ser la de la investigación de los tratamientos avanzados y de la industria europea competitiva. Cuando hablo de industria europea no hablo de capital europeo exclusivamente, lo que queremos es que toda la industria que está en nuestro continente sea más competitiva. Queremos tener un espacio de big data europeo de salud donde vamos a tener más de un millón de genomas. Así podremos hacer mejor las políticas de prevención o la detección precoz. En todo esto queremos una industria farmacéutica potente donde, y aquí entronco con la tercera pata, se asegure la sostenibilidad de los sistemas nacionales de salud. La gran diferencia con nuestros dos competidores internacionales es que no tienen un sistema nacional de salud público y universal. Ese es nuestro gran valor añadido en el mundo, nuestro sistema del bienestar.
¿Qué se puede hacer para mejorar la competitividad de la industria europea?
Los Estados miembros, que son los encargados de poner los precios a los medicamentos, deben tener en cuenta al medicamento made in Europe o a las industrias que son ecosostenibles. También se debe tener en cuenta si un medicamento ha sido investigado con dinero público. Asimismo, hay un gran espacio para el E-health, y también hay que trabajar en la desburocratización. Lo que no puede ser es que la gente tenga que esperar meses tras la aprobación europea de un medicamento. Tenemos que armonizar los procedimientos. Lo hemos visto con las vacunas, al día siguiente de la autorización de la EMA ya estaban en los países.
¿Se van a revisar muchos precios de medicamentos?
Lo que queremos, dentro de nuestras competencias, es que si entra por ejemplo un nuevo antibiótico que controle a las bacterias resistentes y que sea utilizado por muchas personas en Europa, pues que se tenga en cuenta el valor que ofrece ese medicamento. Los antibióticos los estamos pagando a 60 u 80 céntimos, menos que un paquete de chicles, y luego nos quejamos en Europa de que las empresas se deslocalizan a otros países por los costes. Pues oiga, igual tenemos que pagar más por el antibiótico para evitar escasez de medicamento. Eso sí, dejamos muy claro que en Europa no tenemos competencia para revisar precios.
Ha señalado un problema que es cierto: el retraso en la llegada de medicamentos a los países desde su aprobación por Europa. ¿Se puede copiar el sistema que hemos visto con las vacunas?
Es lo que pretendemos, sobre todo porque nos los han reclamado los pacientes, la industria y los propios Estados miembros. Lo que necesitamos es la desburocratización y una completa digitalización de los procedimientos centralizados de aprobación europeos. Además, las agencias nacionales tienen que alinear sus tiempos. Hemos puesto de máximo seis meses entre la aprobación de la Agencia Europea hasta la aprobación de la agencia nacional. Todo esto es mi estrategia en plena negociación con el resto de grupos. Se han presentado 744 enmiendas y el 11 de octubre se va a votar en la Comisión de Sanidad del Parlamento Europeo. Lo más problemático que he visto por las enmiendas del resto de grupos es que la izquierda pide la liberalización de las patentes en casos de emergencia y de lo que estamos hablando es del precio, pero ahí tenemos claro que hay mucha competencia a nivel nacional.
¿Cómo está el plan contra el cáncer?
El 15 de julio se presentó el primer borrador. Cada año se diagnostican 3,5 millones de cáncer en Europa y fallecen 1,2 millones de europeos. Los pacientes nos han dicho que les afecta mucho la parte económica. Una familia en España tiene un sobrecoste cuando entra el cáncer en su vida de 600 o 700 euros al mes.