Aunque nos hemos pasado décadas imaginando cómo cambiaría un futuro más o menos inmediato -al menos, a través de obras de ficción-, la inteligencia artificial (IA) es hoy ya una realidad y una parte casi omnipresente de nuestra actividad diaria. De hecho, es muy posible que estés leyendo esta noticia gracias a ella: si has llegado aquí por una sugerencia de Google o animado por tu feed de Facebook, voilà, la IA ha formado parte del proceso. Puede parecer poco impresionante al lado de creaciones como HAL 9000, la inteligencia de 2001: Una odisea del espacio o Samantha, la asistente virtual a la que Scarlett Johansson ponía la voz en Her, pero lo cierto es que está mucho más presente en tu día a día de lo que te imaginas.
Es más, la IA nos hace la vida más sencilla. Los algoritmos que nos recomiendan contenido interesante, como este, son, en efecto, IA. Pero también lo es la manera en que nuestro correo clasifica de forma automática los mensajes que recibimos y bloquea correctamente la mayor parte del spam que llega a nuestra bandeja de entrada. La IA es responsable, también, de las sugerencias que nos ofrecen plataformas de streaming como Netflix, HBO o Prime, que no solo diseñan una propuesta de entretenimiento ajustada a cada persona, sino que incluso eligen la presentación más atractiva según nuestro perfil.
También hay IA tras la voz de asistentes virtuales como OK Google, Siri o Alexa, o de servicios en los que intervienen complejos sistemas logísticos y de asignación de precios. Así, Amazon la emplea para predecir cuántas personas están dispuestas a comprar cierto producto, para entender mejor qué buscan sus clientes y por qué y, en función de sus conclusiones, organizar de manera óptima la distribución de sus productos en almacenes, de manera que el consumidor los pueda recibir en un día... o incluso en dos horas.
Lejos de limitar esta tendencia, la pandemia de Covid-19 ha evidenciado su consolidación. La IA fue un recurso muy útil a la hora de predecir la probabilidad de contagio en función de nuestros hábitos sociales. Las restricciones a la movilidad propiciaron el auge de los chatbots, que respondieron todo tipo de consultas cuando resultaba difícil -o poco recomendable- desplazarse para obtener respuestas. Al mismo tiempo, la visión artificial -las técnicas que permiten a los ordenadores adquirir, procesar, analizar y comprender imágenes- se empleó en sistemas que ayudaron a mantener la distancia social y el aprendizaje automático -otra vertiente de la IA- contribuyó a modelar y predecir los efectos de una reapertura de la economía.
El uso de la IA podría elevar la productividad un 40% en economías avanzadas en 2035 -un 11% en España-
Es más, la IA tiene un protagonismo creciente en el ámbito de la salud. Los datos de nuestras búsquedas en internet o nuestros contactos en redes sociales brindan información útil para construir una imagen de nuestro entorno y nuestros hábitos y, por tanto, información útil sobre nuestro estado de salud presente y futuro. Por otro lado, parece claro que los ordenadores son capaces de realizar algunas tareas diagnósticas mejor que los humanos: un estudio publicado en la revista Nature en enero de 2020 acreditó que la IA es más precisa a la hora de detectar el cáncer de mama a partir de mamografías.
El éxito de estas y otras iniciativas explica que las compañías cada vez dediquen más recursos al desarrollo de soluciones basadas en IA. Una encuesta de la consultora Gartner realizada el pasado septiembre entre más de 200 compañías y profesionales de tecnologías de la información revela que el impacto de la pandemia no ha alterado esta tendencia: el 42% de las organizaciones mantuvo su inversión en IA y un 24% decidió aumentarla.
"Las compañías están evolucionando hacia un nuevo paradigma donde los datos se desacoplan de sus aplicaciones origen y empiezan a ser considerados un activo en sí mismos de gran valor para las empresas", explica Juan José Casado, Director de Data & Analytics de Repsol.
Algunas empresas se han anticipado a esta transformación con planes que reservan un papel protagonista a la IA. Un ejemplo es ARiA, la plataforma analítica de big data de Repsol, creada hace dos años y que la energética comercializará de la mano de Accenture: "ARiA es una plataforma de Big Data Analytics que recopila datos de múltiples fuentes, los extrae y los lleva a la nube. En una compañía en la que manejamos cantidades ingentes de información de muchas áreas diferentes, es de vital importancia clasificar los datos en los llamados data lakes, repositorios capaces de almacenar grandes volúmenes de datos en bruto, para después catalogarlos, medir su calidad y sus posibilidades de uso", explica Juan José Casado.
En 2020 el 42% de las organizaciones mantuvo su inversión en IA y un 24% decidió aumentarla
En las próximas décadas iniciativas como esta serán la norma, a medida que se constaten sus beneficios y baje su coste. De hecho, ARiA, que nació como un desarrollo para uso propio de Repsol, ahora, y en colaboración con Accenture, también "servirá para ayudar a otras empresas a acelerar el uso del big data y desplegar la inteligencia artificial a escala", explica Juan José Casado. El uso de la IA podría elevar la productividad nada menos que un 40% en economías avanzadas en 2035, según un estudio de Accenture y Frontier Economics -y para España, el aumento estimado es del 11%-.
La IA lleva con nosotros desde los años 50 del siglo pasado, pero su época dorada no ha hecho más que comenzar.