Empresas y finanzas

Atención y distracción, negocios, creación de valor y seguridad en Internet

  • "Cada vez que prestamos atención a algo, dejamos de hacerlo a otra cosa"

Atención y distracción, negocios, creación de valor y seguridad en Internet Charlie Warzel, columnista del diario New York Times, recuperaba del olvido recientemente la visión premonitoria de Charles Goldhaber, el físico teórico que lleva décadas estudiando el impacto en la atención humana del fenómeno de Internet y promoviendo la divulgación de los efectos en los individuos y en la sociedad de la relación inversamente proporcional entre información y atención, que habitualmente resulta en un conocimiento imperfecto y éste en una racionalidad limitada en la toma de decisiones, como enunció brillantemente las características de la "economía de la atención" el premio Nobel de Economía en 1978, Herbert Simon.

El motivo no es otro que la supuesta influencia de una propagación de informaciones intoxicantes a través de ciertas redes sociales en Internet en los recientes disturbios que desembocaron en el asalto al Capitolio de Washington el pasado 6 de Enero. Goldhaber expresó hace cerca de cuarenta años de manera brillante que cada vez que prestamos (en otros idiomas la atención se da o se paga, no se presta) la atención a algo o alguien dejamos de hacerlo a otra cosa u otra persona, incurriendo en una "suma cero" respecto de un recurso finito y cada vez más escaso. La notablemente mayor accesibilidad a la información que ofrece Internet ha transformado una ecuación en la que el éxito en la atracción de la atención de las personas se ha convertido en un negocio altamente lucrativo, como refleja la omnipresencia de unas plataformas de comunicación, relación, información o entretenimiento que se sitúan entre las Empresas más rentables de la Historia.

Del refrán de "la información es poder", podríamos estar pasando a "la atención puede facilitar el abuso del poder", lo que justificaría la existencia de mecanismos de limitación, moderación y exclusión de quien busca la atención de los demás y como quiera que nuestra capacidad para ser objeto de la atención ajena, frente a la de prestar la nuestra, es ilimitada, siguiendo a Goldhaber, en la sociedad de Internet "es difícil de justificar el valor de la modestia". Por otro lado, en la medida en que por medio de Internet estamos continuamente activos buscando, dando o recibiendo atención, esta se ha convertido en un medio de intercambio, moneda de uso corriente e indicador de valor de negocios consolidados que se basan en la atención o, cómo se decía en los primeros tiempos de Internet, "los ojos" o "las visualizaciones", para las empresas incipientes basadas entonces en ese canal directo de la atención. Goldhaber comenta que la desinformación con fines políticos, comerciales o incluso altruistas, si genera suficiente atención en un periodo muy limitado de tiempo, puede crear situaciones vertiginosas y aparentemente descontroladas, como el reciente "rally" de las acciones de "Gamestop" a raíz de una propagación coordinada del mismo mensaje en el entorno "cerrado" pero de dimensión suficiente en este caso de la red social "Reddit".

La amplificación de los mensajes que produce la difusión libre, gratuita y sin esfuerzo de los mismos a través de los actos irreflexivos de "compartir" o "recomendar" o de manifestar al respecto a los demás, a veces millones de personas, la aprobación o desaprobación puede tener implicaciones que ninguna autoridad establecida puede prever, pudiendo crear un estado de desasosiego permanente ante la imparable quiebra de una realidad que no se impone al entendimiento común y que está relegada a un plano remoto por la constante infusión de mensajes interesados. La pérdida de la facultad de observación -que se atrofia por la aceleración y multiplicación de los impactos- hace a Goldhaber pesimista respecto de la libertad de pensamiento y de actuación de las personas en el plano de la convivencia y de los intercambios personales cuando la atención está "contaminada" por la búsqueda constante de estímulos en la atención que buscamos y recibimos. Sin embargo, según Charlie Warzel, en la medida en que valoremos nuestra atención como valoramos nuestro tiempo, -algo que preferimos no regalar, que requiere una administración sensata y coherente con preferencias determinadas- pues vienen a ser representación de cada persona, estaremos enriqueciendo nuestro discernimiento gracias a un uso consciente de la atención.

En una línea similar, el profesor de Sociología Javier de Rivera señalaba en Papeles de Relaciones ecosociales y cambio global nº 144 que "las plataformas digitales abren el camino a la instauración de un régimen de posverdad, en el que se cuestiona el propio marco de la realidad social, haciendo que pierda sentido siquiera discutir sobre la veracidad de la información", presumiblemente por la creciente saturación de la atención y la falta de parámetros que permitan la calificación rigurosa de hechos, objetos y discursos. En una intrincada polémica en 2006 con el lingüista Richard Lanham, autor del libro "The Attention Economy", Goldhaber insistía en el riesgo de confundir la economía de la atención con la economía de la información, refutando la idea de que la atención, siempre recurso escaso, es además un recurso indiferenciado, cuando la experiencia personal muestra los diferentes planos de la atención, fundamentalmente en razón de la intención de quien la busca o la presta. La información que se comparte, por el contrario, sí es susceptible de ser tratada como algo indiferenciado y medida en "bits" (así como la información que compone una memoria se mide en "bytes").

La atención es demanda de información, en ocasiones con cierto prejuicio que puede restar objetividad a la información en la que, si se es capaz de comprobarlo, reside la verdad. Naturalmente, salvo datos irrefutables, como la hora o el tiempo actual, la información puede tener un sesgo acorde con un interés determinado, es decir, puede ser pura invención u objeto de manipulación, produciendo la contaminación de la atención a que se refiere Goldhaber. La cuestión palpitante en estos momentos es si en una sociedad de personas libres cabe intervenir sobre la atención de estas -restringiéndola, impidiéndola o incluso anulándola- para protegerlas frente a la inveracidad, con la infinidad de riesgos inherentes a tales actuaciones o si, por el contrario o adicionalmente es aceptable intervenir sobre la información -descalificándola, censurándola, prohibiéndola-, potencialmente socavando la libertad de expresión y la integridad de las comunicaciones, con el pretexto de proteger la atención de abusos y fraudes.

El estado actual de la tecnología permite y reclama un ejercicio individual de sensatez, como quiera que esta pueda ser definida, sin más cortapisas que las que impongan el respeto a la dignidad de las personas y las leyes aprobadas por los representantes elegidos democráticamente. El negocio de la atención, estrictamente considerada como intangible necesario para ciertas actividades económicas, es susceptible de ser regulado y en particular de ser sometido a tributación, aunque hasta ahora se haya intentado haciendo lo propio con la información derivada de la misma, o sea, a través de la legislación sobre protección de datos personales, en la que la UE con su Reglamento General de 2016 disfruta del régimen de referencia para mitigar los excesos de la profusión de mensajes e intrusiones que tanto debilitan la atención y al tiempo que se otorga a los dueños de la atención la capacidad de adecuar su empleo a preferencias expresas, razonablemente consideradas. Nick Clegg, antiguo vice-primer ministro británico y actualmente director de asuntos institucionales de Facebook alegaba recientemente en Die Welt que la personalización de recomendaciones en la red social se basa en la calidad de los vínculos entre sus miembros y no en la explotación de informaciones para atraer la atención de estos con fines comerciales en base al historial individual de navegación, si bien reconocía que la red social persigue optimizar los datos "en tiempo real" para satisfacer supuestos intereses de sus miembros. La red social ha hecho posible el surgimiento de un mercado estructurado de atención -presumiblemente como evolución del mercado de impactos de los medios publicitarios- que se superpone al mercado de información, más convencional y salvo en ámbitos muy especializados, más competitivo que el primero, en cierta medida porque pudiendo personalizar el cauce, no es posible sin embargo personalizar las fuentes de la información, que son creación ajena.

En un libro publicado en 2015, "The world beyond your head" (ser persona en una época de distracción), Matthew Crawford destaca que la atención es un problema cultural, provocado por el torrente imparable de intrusiones mediáticas frente a las personas, que a su juicio reclaman una "ética de la atención" para nuestro tiempo, basada en el respeto de la intimidad en el medio público -la atención sería un bien compartido de manera consciente, toda vez que el silencio y por ello la concentración son requeridas imperativamente en diversos ambientes-, evitando la generación de estímulos que pueden incentivar un deseo "artificial" en relación con objetos compartidos, siendo aquellos una auténtica "sustracción de la atención" ajena. Crawford hace una apelación a una "ascética de la atención", como actitud disciplinada de orientar la atención de manera premeditada y preferente a lo que es realmente valioso y no altera injustificadamente las coordenadas vitales, evitando el "equivalente mental de la obesidad, que es la distracción".

El Papa apela al ayuno de informaciones en este mundo sobreexpuesto

Resuenan aquí las palabras del Papa Francisco, que en su mensaje de Cuaresma de 2021 apelaba a un "ayuno de informaciones", en medio de este mundo sobreexpuesto a los estímulos digitales. Los antiguos consultores de la firma líder en consultoría de digitalización Accenture, Thomas Davenport y John Beck, anticipaban en 2001 en su libro "The Attention Economy", que las personas comenzarían a utilizar dispositivos para la protección de la atención, "para desconectar, a fin de poder pensar, reflexionar y considerar las implicaciones de toda la información recibida". Su profecía de que el trato "diabólico" de intercambiar la atención por bienes o servicios aparentemente gratuitos se zanjaría con una reserva de la atención dada su escasez, veinte años después parece que no se está cumpliendo como preveían al inicio del siglo. Naturalmente, en aquella Internet de la época del ADSL no existían las redes sociales, los buscadores eran muy rudimentarios, la mensajería instantánea eran unos pocos caracteres de difícil lectura en terminales primitivos y la utilización generalizada del vídeo era una quimera. La desigualdad aflora no solo por la dificultad o el coste del acceso a Internet si no también por el dispar valor de la atención: los ricos pueden preservar su atención porque la necesidad no les obliga a sacrificarla, en un mundo en el que la calidad de la información aparentemente no ha evolucionado al ritmo de la cantidad de la información, lo que demanda sin demora una actuación concertada de sensibilización a nivel planetario, velando por el bienestar de los usuarios de Internet, de igual modo que las normas de seguridad vial son una protección para quien circula por vías públicas -evitando las distracciones-, quizás a través del Foro de Gobernanza de Internet (IGF) de Naciones Unidas, que celebrará su vigésimo primera sesión plenaria el próximo mes de diciembre, previsiblemente en Katowice (Polonia).

Ya el Pacto Digital para la Protección de las Personas, presentado por la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) el pasado 21 de Enero -que representa una magnífica contribución de España en el ámbito todavía difuso de la "ética digital"- ha suscitado una adhesión muy amplia entre instituciones, organizaciones y medios de comunicación, a los que invita al ejercicio de una responsabilidad activa que ayude a la concienciación generalizada de la necesidad de respetar el derecho a la intimidad en Internet, con particular énfasis en los más vulnerables (menores, discapacitados), como destacó la Reina de España en su mensaje en Twitter con ocasión del último "Día de Internet Segura" 2021, el pasado 9 de febrero.

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