
Telefónica ha anunciado una revolución al abrir la puerta a posibles ventas de ocho filiales en Latinoamérica. Ahora bien, que se atisbe una desinversión masiva no significa que vaya a producirse. Ojalá no ocurra. De hecho, los estrategas de la teleco parecen más inclinados a buscar alianzas antes que a renunciar a unos mercados, potencialmente salvadores en el futuro. El "pan para hoy y hambre para mañana" sacude las conciencias en el 'Distrito C' y acallan a los consultores que proponen matar al perro para así acabar con la rabia.
Es cierto que la situación en Latinoamérica podría considerarse calamitosa en muchos países, que la incertidumbre es enemiga de los negocios, que los equipos (50.000 orgullosos empleados) han trabajado mucho y bien sin atinar con la fórmula y que el modelo parece agotado. Pero cuando el corto plazo invita a salir corriendo y aceptar la primera buena oferta que repose sobre la mesa, el sentido histórico de la compañía debería elevar las miras para aferrarse al terreno y pensar que Latinoamérica tiene todo lo necesario para convertirse en El Dorado que siempre se presumió.
Hay margen para el optimismo. Existe una persona que conoce lo mucho que ha costado levantar el imperio al otro lado del Atlántico. Se apellida Álvarez-Pallete. Precisamente el ahora presidente de Telefónica era el embajador de César Alierta para negociar -país por país- la denominada Operación Verónica. Desde un segundo escalón, el ejecutivo derribó resistencias, sumó filiales para la causa de Telefónica y fue decisivo en la construcción de una multinacional con presencia en 25 países. Además, todo aquello sucedió en momentos mucho más tensos que los actuales, con corralitos en Argentina, devaluaciones galopantes, golpes de estado, terremotos y populismos. A pesar de los pesares, el continente siempre se ha levantado. En aquellos severos años, la economía del dato aún no cotizaba, pero sí lo hacía el buen servicio proporcionado por las mejores infraestructuras.
Telefónica es puerta de entrada de inversores en la región
Son legión los observadores que cruzan los dedos para que Telefónica mantenga las operaciones y que aplaudirán las posibles alianzas, siempre que no se vendan los muebles. Con compañías que pagan múltiplos de 9 veces ebitda, como ha ocurrido recientemente en Centroamérica, invita a intuir que esas filiales no son una filfa. Por si fuera poco, Telefónica es puerta de entrada de inversores en la región, como China Netcom, y esa posición de privilegio nutre de intangibles al grupo. Y lo seguirá haciendo si no se rompen los puentes.
La actual gestión de Telefónica se ha encontrado con errores posiblemente heredados de épocas pretéritas que dificultan la tarea de reconstrucción. Cuando hace 15 años, la 'teleco' compró a la estadounidense Bellsouth sus diez filiales latinas por 4.700 millones de euros, se convirtió en líder en aquel continente. Invirtió mucho en las redes móviles, pero quizá no mantuvo la constancia necesaria. Poco a poco, otros operadores fueron adelantando a la española gracias a la calidad y cantidad de las infraestructuras. Ahí está la respuesta a casi todo, el origen de los problemas. Si las redes fallan, todo se viene abajo. Los ingenieros que entonces mandaban en las subsidiarias de Telefónica lo sabían de sobra, pero fueron relevados por financieros. Por mucho que se quiera presentar los riesgos geopolíticos, macroeconómicos y regulatorios, Latinoamérica no está en guerra. Es una tierra resiliente y superdotada en recursos y materias primas, con 320 millones habitantes en los ocho países ahora en revisión. Aunque solo represente el 20% de los ingresos y el ebitda, esos mercados también acumulan el 37% de los accesos.
Los más de 118 millones de líneas que atesoran Telefónica Hispanoamérica Sur y Norte -desde la persona más rica a la más pobre-, tendrá un smartphone conectado a Internet en su bolsillo. Soñarán con tener tarifa plana de voz y demandarán conexiones de super banda ancha en sus casas, casi con la misma fuerza que hacen con el agua o la electricidad. Los cuatro mercados estratégicos de Telefónica se han ganado el derecho a serlo. Pero también asusta una Alemania cojea en convergencia, igual que el Reino Unido, una isla sacudida por el Brexit y que, hasta no hace mucho, ha estado más fuera que dentro del grupo. Por todo lo anterior, la Telefónica de los próximos 100 años seguramente buscará las alianzas antes que las ventas. Ojalá.