Empresas y finanzas

Las carnes vegetales no quitan el sueño a la industria tradicional: el consumo crecerá más del 70% hasta 2050

Beyond Meat Inc., la compañía que elabora carnes falsas que sangran a base de ingredientes vegetales, vivió un fulgurante estreno en Wall Street el pasado mes de mayo. Entonces, el precio de su acción, cuya salida se estableció en 25 dólares, se disparó un 163% hasta los 65,75 dólares por título. Su recorrido continúa al alza y, aun así, la industria cárnica tradicional sigue sin inmutarse.

A la industria ganadera actual se le achacan grandes males como la responsabilidad de un alto porcentaje de emisiones nocivas, que revierten directamente en la aceleración del efecto invernadero. En concreto, la ganadería provoca el 37% de la liberación mundial de metano, el 65% del óxido nitroso y el 9% del dióxido de carbono, todos ellos gases causantes del cambio climático, según un informe de la FAO. 

Este hecho, junto con el tirón del movimiento vegano y animalista, que rechaza la alimentación basada en animales, ha impulsado el ascenso de empresas como Beyond Meat o Impossible Foods, dedicadas a producir carne sin carne. Los avances en tecnología de alimentos y la síntesis en los laboratorios de proteínas vegetales con todo tipo de técnicas para convertirlas, como por arte de magia, en texturas con sabor similar al de la carne han permitido consolidar el éxito más allá de la aburrida soja texturizada que sólo comían los vegetarianos. 

La demanda global de proteína animal continuará aumentado en las próximas décadas por el aumento de ingresos y el crecimiento de las poblaciones en China e India

Las cadenas de alimentación no han tardado en subirse al carro de estos alimentos 'imposibles' -y, hasta hace poco, impensables- al detectar a un consumidor más preocupado por el trato hacia los animales y por el impacto de la dieta de los países desarrollados sobre el medio ambiente. Desde los lineales de los hipermercados, estas carnes han pasado a los menús de empresas tan populares como Goiko Grill, TGB o Kentucky Chicken, que han modificado sus cartas para no perder a los clientes veganos ofreciéndoles una experiencia de sabor libre de culpa. 

Y, sin embargo, las empresas cárnicas tradicionales no parecen inmutarse ante una ola ascendente que compite directamente con su negocio. El motivo está en los números que maneja la propia industria. "Observamos un crecimiento en todas las regiones, incluidas las naciones desarrolladas. Es un hecho", asegura a Bloomberg Gilberto Tomazoni, director ejecutivo de JBS, una de las mayores empresas del sector a nivel mundial, afincada en Brasil. Esta visión es compartida por otra gran firma de la competencia, BRF SA, también brasileña. Desde ambas cúpulas sostienen que la demanda global de proteína animal continuará aumentado en las próximas décadas, derivada del aumento de ingresos y el crecimiento de las poblaciones en países en desarrollo como China e India. Naciones Unidas ha proyectado un incremento de consumo de proteínas de origen animal que superará un 70% hasta 2050. 

Con estas cifras, y pese a un reciente informe de la ONU que insta a cambiar los hábitos de dieta de la población mundial, es difícil que la industria cárnica pase noches en vela. Al contrario, ejecutivos de BRF contemplan la irrupción de los filetes falsos en nuestros estómagos como un modo complementario de alimentación que liberará la presión sobre la ingente demanda venidera. 

La industria mueve ficha por la sostenibilidad

Además, frente a las cada vez más feroces críticas de los sectores ecologistas y de protección de los animales y la mayor concienciación del consumidor acerca de las consecuencias de la ganadería expansiva mundial, el negocio agropecuario está moviendo ficha. Tanto a nivel de producciones más pequeñas como las más expansivas, la industria reivindica sus esfuerzos por adaptarse a las nuevas preocupaciones globales y del consumidor concienciado. "Se está haciendo bastante, pero lo comunicamos de forma deficiente", resume Lorival Luz, ejecutiva de BRF.

Desde el sector del vacuno y el porcino español, que trabaja en consonancia con los otros países miembros de la Unión Europea, se defiende un compromiso total con la reducción de emisiones y la transformación del negocio por el medio ambiente. Un ejemplo de esto es el programa europeo 'Life Beef Carbon', puesto en marcha en 2016 y en el que participan explotaciones ganaderas de España, Francia, Italia e Irlanda -que acaparan el 32% de la producción de vacuno de la Eurozona- con el objetivo de reducir un 15% la huella de carbono producida por los animales en diez años. El proyecto contiene acciones que se implementan en el ámbito sanitario, reproductivo y alimenticio del animal.

El compromiso lo expone asimismo en cifras la plataforma Carne y Salud, que representa la mayor parte de la industria cárnica española, que esgrime la reducción de un 47% de las emisiones de amoniaco y el 54% de las de metano en el sector porcino en los últimos años, además del ahorro de un 30% en el agua utilizada por cada kilo de carne producido.

La tendencia ha adquirido ya textura de bola de nieve imparable que contagia a todo el sector. Se multiplican iniciativas como la de la Federación Empresarial de Carnes e Industrias Cárnicas (Fecic), en proceso de elaboración de un documento que relacione las mejoras técnicas disponibles para mataderos en el ámbito europeo con el fin de reducir el impacto medioambiental.

Así las cosas, aunque la industria podría fiar todo su negocio a la carta del laissez faire basada en las inmejorables proyecciones del sector, parece decidida a convencer al consumidor de que no hace falta morder filetes sintéticos. O de que estos, pese a su magnético halo futurista, queden relegados para algún día con ganas de experimentar. Los que alberguen mayores dudas sobre esta batalla tendrán que esperar a que el tiempo -y no la bolsa- diga si gana la carne falsa o la de verdad.

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