
Hace un mes comenzó para cientos de agricultores del Bajo Aragón el embolsado del melocotón que llegado septiembre podremos adquirir con la etiqueta negra distintiva de la Denominación de Origen (DO) Melocotón de Calanda. Más noticias en la revista gratuita elEconomista Agro
Esta técnica, explica uno de esos fruticultores, Ramón González Bielsa, consiste en cubrir manualmente con una bolsa cada pieza, una a una, y es una de las claves del cultivo; la otra, también fundamental, es el llamado aclareo, una tarea que se ejecuta en mayo y que lleva a los productores a tirar al suelo "el 70% de los frutos" ya incipientes en el árbol dejando entre las piezas seleccionadas para su maduración una "distancia de unos 26 centímetros".
La combinación de ambos procesos, junto al especial microclima que se da al suroeste de la depresión del río Ebro, garantizan una fruta protegida totalmente contra plagas y agentes externos, de maduración uniforme y con un singular sabor, un potente aroma y una excelente dulzura.
Quinta generación
Representante de la quinta generación de una familia dedicada, además de al melocotón, al almendro, la oliva y el cereal, González Bielsa -58 años- es también presidente de la Sociedad Cooperativa La Calandina, una de las 15 empresas certificadas por el Consejo Regulador de la DO que, en conjunto, embolsaron el año pasado unos 250 millones de melocotones. No obstante, no todos se ganan finalmente la etiqueta negra. De hecho, llegado al almacén, el fruto es sometido a una nueva selección, desviándose para zumos, conserva o venta normal "un 20-30%", de tal forma que sólo logra el sello "el melocotón de un determinado calibre y de una calidad suprema".
Apasionado del trabajo entre melocotoneros, Ramón asegura que éstos precisan atenciones prácticamente durante todo el año y que lo mejor es "que al final de la campaña el esfuerzo se vea recompensado por un consumidor que da un valor y un precio justo al producto"; ahora bien, reconoce que es una recompensa más bien utópica pues "las grandes cadenas van a precio" y eso implica que "productores y consumidores paguemos el pato". "Nosotros vendemos el melocotón al mismo precio que hace 34 años", lamenta un agricultor de los de toda la vida que subraya, entre la ironía y la pesadumbre, que la suya es "una raza a extinguir". Y es que, añade, a pesar de sus esfuerzos por mejorar los procesos productivos mediante la ampliación de regadíos y la incorporación de nuevas tecnologías al campo, el "condicionante" de la meteorología "siempre está por encima" y, además, amén de tormentas y granizos no deseados, también les llueven inspecciones y controles.