
Los conflictos forman parte del día a día de cualquier relación, ya sea por contrariedades entre dos posturas o por la interpretación discrepante de algún aspecto. Las organizaciones no se salvan de esta dinámica, y en estos desacuerdos laborales, el proceso conocido como mediación resulta fundamental para alcanzar un acuerdo. De hecho, se trata de un trámite empleado cada vez más por las organizaciones españolas.
Así lo muestran las últimas cifras difundidas ayer por la Fundación Sima -Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje-, que reflejan un incremento del 17% en los procedimientos tramitados en comparación con el mismo periodo del año anterior: 238 frente a los 203 procesos del primer trimestre de 2016. En lo que respecta a los trabajadores, se han visto afectados casi 2 millones, siendo el sector de contact center el que más procedimientos ha protagonizado, seguido del de servicios financieros. En relación con esto, Beatriz Losada, inspectora de trabajo y mediadora del Sima, explica que "esto va vinculado a la propia realidad que vivimos. La banca está atravesando un momento complicado y es normal que tenga conflictividad y lo mismo sucede en contact center, un sector que agrupa a un gran número de personas".
Llegados a este punto, conviene recordar que la mediación es un trámite voluntario y confidencial que tiene como finalidad resolver los conflictos surgidos en el ámbito profesional y, desde su origen, se concibe como una alternativa al proceso judicial, ya que éste resulta más largo y costoso.
No obstante, al igual que sucede en otras muchas coyunturas empresariales, las diferencias entre grandes y pequeñas empresas son evidentes. Así, según Manuel Moya -miembro del comité de la empresa Robert Bosch, entre 1979 y 2014, y sindicalista-, "en las pymes, la mediación es más costosa para los sindicalistas, al no haber tantos afiliados. Todo se vuelve más difícil porque los trabajadores están menos concienciados y se crean muchos intereses particulares. Además, la mayor parte de la plantilla chismorrea y acusan a los representanes de irse de cervezas, escaquearse de sus tareas...".
También puede influir el hecho de que la existencia de cómites solo es obligatoria en aquellas compañías de más de 1.000 empleados -aunque en las que trabajan menos de 50, la normativa europea los aconseja-.
Sindicatos y pymes
De hecho, por todo ello, en más de una ocasión, las principales organizaciones sindicales han manifestado su intención de acercarse a la pyme. El anuncio más reciente lo hizo CCOO: a través del sindicalista de referencia -llevaría a cabo la labor de interlocutor entre los empleados y el sindicato-, pretende lograr un mayor calado en estas organizaciones, e incluso ya en 2013, UGT propuso crear la figura del agente sindical con este mismo fin.
Sea como fuere, lo cierto es que en función del tipo de disputa y del alcance que tenga, se puede acudir a distintos órganos. En el caso del Sima, "se encarga de conflictos laborales estatales, es decir, los que afectan a varias Comunidades Autónomas", reconoce Losada.
La aplicación e intepretación de convenios colectivos es la principal materia que aborda la mediación, aunque en los últimos años también han surgido conflictos en torno a la negociación de esos convenios, los procesos de regulación de empleo o suspensión temporal, así como las modificaciones de las condiciones de un contrato. Con respecto a la labor del mediador, Losada incide en que "no actúan como jueces ni árbitros, ofrecen un clima favorable e intentan que las posiciones de las dos partes se aproximen".
En la mediación, ambas partes llegan a un acuerdo, directamente aplicable, y éste tiene plena eficacia y el mismo valor que un convenio colectivo. De hecho, si se incumple lo estipulado, cualquiera de las dos partes puede acudir a los tribunales.
Comités con poco prestigio
En la mediación, los trabajadores gozan de representación gracias a los cómites. Según María Jiménez (nombre ficticio), presidenta de uno, "acudimos a reuniones para mejorar nuestra situación, a los encuentros de la compañía y el sector, y a cursos para formarnos".
Jiménez reconoce que muchas veces "hacemos la vista gorda porque sabemos que si esa denuncia sale a la luz, la empresa cierra". Asimismo, añade que "el comité no tiene buen prestigio porque desarrollamos nuestra labor en horas de trabajo. Pero cuando los trabajadores tienen un problema y acuden a nosotros, se dan cuenta de que nos necesitan".