Empleo

El empleo para los mayores de 55 años de la OCDE crecerá más de un 15%

  • El envejecimiento poblacional es el principal factor demográfico que impulsa esta tendencia
  • La inmigración puede ayudar a mitigar los efectos de una población mayor
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En la próxima década, algunos países anticipan un incremento de hasta el 15% en la tasa de actividad de los trabajadores de 55 a 64 años. Este fenómeno, descrito en un análisis realizado por Olivia White, socia principal y directora del McKinsey Global Institute, refleja una notable transformación en las políticas de pensiones y en las actitudes hacia la jubilación. La creciente participación de los trabajadores mayores se presenta como una respuesta estratégica a los desafíos que enfrenta la fuerza laboral global, caracterizada por una desaceleración en el crecimiento de la población y un envejecimiento acelerado de la misma.

A medida que las economías avanzadas experimentan una desaceleración en el crecimiento poblacional, el aumento en la tasa de actividad de los trabajadores mayores se vuelve crucial para sostener el crecimiento económico. De no implementarse estrategias adecuadas para elevar la productividad o aumentar la fuerza laboral mediante una mayor participación o la inmigración, muchas economías podrían enfrentar dificultades significativas para mantener, o incluso igualar, el crecimiento económico modesto observado en la última década.

El aumento en la participación laboral de los trabajadores mayores refleja un esfuerzo por contrarrestar la falta de mano de obra en sectores que tradicionalmente presentan baja productividad. En particular, las vacantes han crecido de manera pronunciada en industrias como la atención médica y la hostelería, así como en el sector de la construcción, que ha experimentado una estancación en la productividad. La falta de mano de obra en estos sectores puede seguir afectando su capacidad para mejorar la productividad, a menos que se implementen medidas efectivas.

Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, considera que la prolongación de la vida laboral es positiva por varias razones. En primer lugar, destaca que mejora la sostenibilidad del estado de bienestar y del sistema público de pensiones. En segundo lugar, menciona que tiene externalidades positivas sobre el empleo y la productividad de los trabajadores jóvenes. E igualmente, subraya que favorece el funcionamiento cognitivo de los mayores.

En esta misma línea, Juan Carlos Pérez Espinosa, presidente Ejecutivo de DCH – Organización de Directivos de Capital Humano, afirma: "Creo que el aumento de la participación laboral de los trabajadores mayores de 55 años es una gran noticia para las organizaciones. Las características que poseen estos profesionales son un magnífico complemento para el talento joven y el talento joven es un magnífico complemento para el talento senior".

En cuanto al papel de las políticas de pensiones en el aumento de la participación de los trabajadores mayores, Cardoso explica que la posibilidad y el atractivo de compatibilizar trabajo y pensión condicionan la prolongación de la vida laboral. Observó que España es uno de los países de la OCDE donde menos trabajadores combinan trabajo y pensión. Asegura que antes de 2013, apenas existía la posibilidad de combinar ambas cosas, y que desde entonces, las modalidades disponibles son restrictivas y poco atractivas.

Por su parte, José Enrique Devesa Carpio, profesor titular de Economía Financiera y Actuarial en la Universitat de València e investigador asociado del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), en cuanto su visión general sobre el aumento de la participación laboral de los trabajadores de 55 a 64 años. Según él, en España se ha observado un incremento significativo en la tasa de actividad de las personas de 55 a 64 años. De hecho, entre 2010 y 2023, la tasa de actividad de las personas de 60 a 64 años ha subido del 37% al 56%, a pesar de que la tasa de actividad total ha disminuido ligeramente en ese mismo período, pasando de poco más del 60% a un 59%. Además, destacó que la tasa de actividad de los individuos de 65 a 69 años casi se ha duplicado, pasando del 5,5% al 10,8%. Este aumento se debe en gran medida a la ley 27/2011 de reforma del sistema de pensiones, que estableció un aumento gradual de la edad legal de jubilación para aquellos con carreras laborales medias o cortas. En 2027, la edad legal de jubilación será de 67 años, en lugar de los 65 que había antes de la reforma. Devesa Carpio prevé que la tasa de actividad de los mayores de 60 años seguirá creciendo, al menos hasta que concluya el periodo transitorio de la ley en 2027.

Cardoso también señala que, con el fin de aproximar la edad efectiva de jubilación a la legal, la Ley 21/2021 incentiva la jubilación demorada eliminando la cotización por contingencias comunes y estableciendo bonificaciones por cada año que se retrase la jubilación. Además, incrementa las penalizaciones a la jubilación anticipada voluntaria mediante mayores coeficientes reductores que se aplicarán sobre la cuantía de la pensión, y prohíbe, salvo excepciones, la inclusión de cláusulas de jubilación forzosa. Sin embargo, indicó que el impacto potencial de estas medidas sobre la sostenibilidad del sistema es limitado.

Además, Cardoso insiste en que se necesitan mayores incentivos, información y transparencia, como en un sistema de cuentas nocionales, y que solo un incremento de la edad legal tendría repercusiones significativas sobre el gasto en pensiones.

Sobre los factores que están impulsando este cambio, Pérez Espinosa explica: "El incremento de la tasa de actividad que se va a producir en los trabajadores de 55 a 64 años (y en muchas actividades, más allá de los 65 años) se debe a una multiplicidad de factores: a factores demográficos como el envejecimiento de la población, con menores tasas de natalidad y un aumento de la esperanza de vida. A factores macroeconómicos y sociales, para facilitar el mantenimiento de un sistema de pensiones, en un entorno caracterizado por una creciente población en edad de jubilación. También a factores microeconómicos, como la necesidad de mantener unos ingresos más altos de los que se obtienen con las pensiones de jubilación. Y finalmente, las propias actitudes de los trabajadores hacia la jubilación también están cambiando, con una mayor tendencia a mantener una vida profesional más activa".

En relación con el papel de las políticas de pensiones, Pérez Espinosa indica: "Las políticas de pensiones juegan un papel crucial, impulsando normativas que fomenten la jubilación activa, para aquellas personas que quieran extender su vida laboral. Políticas que permitan compatibilizar el cobro de las pensiones con el mantenimiento de la actividad profesional, consiguen reducir la presión económica sobre los sistemas de pensiones y, paralelamente, mantener una vida profesional activa y con mayores ingresos, para aquellas personas que lo deseen".

Respecto a este punto, Devesa subraya que estas políticas juegan un papel fundamental. En la mayoría de los países, incluido España, el retraso de la edad legal de jubilación obliga a muchas personas a seguir trabajando a edades más avanzadas. Además, en España, la edad efectiva de jubilación también está en aumento debido a las bonificaciones que se ofrecen por jubilarse después de la edad ordinaria.

El economista y analista financiero, Javier Santacruz, con respecto al papel de las empresas en la adaptación, asegura que "las empresas tienen que adaptarse en función del sector en el que se encuentren, la capacidad competitiva que tengan y el mercado al que se dirijan". Sobre todo, hay empresas, especialmente en el sector de servicios y de alto valor añadido, donde la permanencia en la vida laboral de personas mayores de 55 años puede suponer un rendimiento elevado, lo cual es positivo. Sin embargo, para aquellas empresas que dependen de la fuerza física, es evidente que estas personas no estarán en las mejores condiciones, indica.

Santacruz señala también que el aumento en la participación de personas mayores de 55 años se ha concentrado en el sector de servicios, particularmente en actividades como las administrativas, la consultoría y la administración pública. Este fenómeno ocurre porque, desde hace tiempo, no se están implementando planes agresivos de retiros voluntarios tempranos. Sin embargo, añade que el sector bancario asegurador rompe con esta tendencia, ya que las prejubilaciones siguen siendo comunes, resultando en una menor cantidad de trabajadores mayores de 50, 52 o 55 años en este sector.

Por su parte, Pérez Espinosa aclara que estos sectores presentan un componente intelectual significativo y no tienen una carga física destacable. Además, menciona que la silver economy gana peso, y los grupos de compradores de mayor edad tienen un mayor saldo disponible para el consumo. Por ello, en los sectores de atención directa a los clientes, los profesionales senior están ganando relevancia para atender a estos clientes mayores con mayor capacidad adquisitiva.

Proyecciones para 2030

La proyección de las Naciones Unidas indica que la proporción de la población en edad de trabajar que tiene 55 años o más aumentará significativamente para 2030. En países como Alemania, Italia, Japón y el Reino Unido, aproximadamente la mitad de la población en edad de trabajar tendrá más de 55 años, y casi un tercio superará los 65 años. En contraste, naciones como Australia, Canadá y Estados Unidos presentan poblaciones relativamente más jóvenes, aunque para 2030, dos quintas partes de la población en edad de trabajar en estos países también tendrá más de 55 años.

El economista jefe para España de BBVA Research expone su visión sobre el papel de las empresas en la adaptación a una fuerza laboral envejecida. Según Cardoso, las empresas deben trabajar para erradicar el "edadismo" y contrarrestar los sesgos inconscientes en los procesos de contratación y evaluación. Para lograrlo, sugiere que adopten buenas prácticas de diversidad e inclusión que promuevan la formación de equipos de trabajo heterogéneos, permitiendo aprovechar las sinergias.

Además, recomienda que las empresas favorezcan la conciliación y el teletrabajo, e inviertan en formación. Destaca que la brecha de edad en el uso de las TIC es mayor entre las personas mayores comparadas con las habilidades de procesamiento de información utilizadas en el trabajo, como lectura y escritura. En España, el uso de las TIC por empleados de entre 55 y 64 años es un 19% menor en comparación con los trabajadores de 25 a 54 años, una diferencia similar a la del conjunto de la OCDE, pero mayor que en Dinamarca (8%) o en EEUU (1%). Cardoso señala que los trabajadores de edad avanzada tienden a concentrarse en tareas manuales con una mayor probabilidad de ser automatizadas.

Igualmente, Cardoso sugiere que el Gobierno puede apoyar a las empresas flexibilizando la relación laboral y el sistema retributivo e indemnizatorio, promoviendo la formación permanente, mejorando las condiciones de trabajo y facilitando la movilidad intraempresa para aumentar la productividad.

Igualmente, Espinosa señala que uno de los principales desafíos actuales para las compañías, especialmente para los departamentos de recursos humanos, es gestionar adecuadamente la diversidad del talento proveniente de diferentes generaciones. Explica que el talento intergeneracional enriquece los equipos y se convierte en una fuente de ventajas competitivas para las organizaciones. Según Pérez Espinosa, las empresas que gestionan adecuadamente esta diversidad serán, sin duda, mucho más competitivas.

Entre 2010 y 2023, la tasa de participación en la fuerza laboral de los trabajadores de 55 años o más creció en 23 puntos porcentuales en Italia, 15 puntos en Alemania y Francia, y 12 puntos en Japón. Este aumento refleja cambios en las políticas de pensiones y en las actitudes hacia la jubilación, como se observa en Italia, donde se adoptó un sistema de jubilación de contribución definida y se aumentó la edad de jubilación en 2011. En Japón, las empresas han recurrido a los Silver Jinzai Centers, inicialmente destinados a encontrar tareas para jubilados en la comunidad, para cubrir puestos laborales vacantes en diversas industrias.

Santacruz ante esto destaca que "las políticas de pensiones, y concretamente el equilibrio entre ingresos y gastos a medio plazo, no solo condicionan absolutamente la participación en el mercado de trabajo a partir de los 50 o 55 años, sino que son la principal política condicionante". Por un lado, explica que "el segmento de población mayor de 50 años suele tener salarios más altos, lo que se traduce en contribuciones más elevadas a la seguridad social y, por ende, en mayores ingresos para cubrir el gasto en pensiones actual". Sin embargo, en realidad, esto no hace más que aplazar el problema. Es decir, el problema de la caja de las pensiones "no desaparece"; de hecho, si se extiende el tiempo de permanencia de estos trabajadores en el mercado laboral, por ejemplo, mediante jubilaciones más tardías o limitando las jubilaciones anticipadas, llevando a las personas a trabajar hasta los 67 o incluso 70 años, el problema se traslada al futuro. Así, "las pensiones futuras serán más altas, y lo que se hace es prolongar el problema a largo plazo."

En países como Italia y Japón, donde ya se han observado cambios significativos en las tasas de participación, la continuación de estas tendencias podría traducirse en aumentos significativos en la participación laboral de los trabajadores mayores para 2030.

Este panorama presenta un desafío crucial para los países que deben adaptarse a una fuerza laboral en evolución. A medida que la población envejece, los esfuerzos por incrementar la participación laboral de los mayores y mejorar la productividad se vuelven imperativos para sostener el crecimiento económico y enfrentar las dificultades inherentes a un mercado laboral en transformación. La capacidad de las economías para gestionar estos cambios y promover una participación activa y productiva de los trabajadores mayores será fundamental para su éxito en la próxima década.

En relación con el papel de la inmigración en la gestión del envejecimiento de la fuerza laboral, Pérez Espinosa afirma que, desde un punto de vista demográfico, la inmigración ayuda a reducir parcialmente el envejecimiento de la población en los países desarrollados, ya que la población inmigrante suele ser más joven y tiene una tasa de natalidad más alta. Sin embargo, añade que no cree que esto modifique la tendencia al aumento de la participación laboral de los mayores de 55, ya que las causas que impulsan esta tendencia siguen presentes y la escasez de talento en los países desarrollados continuará en la próxima década.

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