Con más de 1.000 patentes, el inventor Thomas Alva Edison es uno de esos hombres que construyeron el mundo en el que vivimos hoy en día. Su legado suele medirse también por la capacidad que tenía de llevar hacia el negocio muchos de los inventos que proponía.
Eso implicaba que Edison debía contratar a sus propios trabajadores y empleados. Y ahí, también tenía una técnica propia.
Edison obligaba a los aspirantes a un empleo a comer sopa delante de él. En concreto, les invitaba a los candidatos a comer fuera y luego pedía sopa.
La razón de esta prueba de la sopa era que el famoso inventor quería ver si los aspirantes añadían sal y pimienta antes de probar lo que había en su cuenco, o si esperaban a probarla antes de proceder a condimentarla. Edison rechazaba inmediatamente a los sazonadores prematuros, pues razonaba que no quería empleados que se basaran en suposiciones antes de testar algo.
En su opinión, los que se conformaban con atenerse a nociones preconcebidas no tenían cabida en su negocio, porque la ausencia de curiosidad y de voluntad de hacer preguntas eran antitéticas de la innovación.
¿Excentricidad o algo que tendría sentido ahora?
Aunque está claro que utilizar solo sopa para evaluar a los solicitantes de empleo no es una gran idea, es importante saber que son varios los estudios que demuestran que las entrevistas, tal y como se suelen realizar, son prácticamente inútiles.
Son cada vez más los profesionales de la selección de personal opinan que las actuales entrevistas, solo centradas en hablar, pueden estar muy marcadas por sesgos y beneficiar a las personas con mayor facilidad de palabra, pero que no sean las más competentes en sí mismo.
Por eso, las pruebas prácticas tienden a ser el nuevo estándar. Algo similar a lo que Edison proponía, a su manera, eso sí, con su prueba de la sopa.
