Quién gana o quién pierde un debate electoral depende de muchos factores. Para llegar a alguna conclusión, deberían analizarse las propuestas planteadas y el estilo del ataque al adversario. Lo que ocurrió anoche en RTVE fue, además del primero de los dos encuentros televisivos que tendrán los cuatro principales candidatos a presidir el Gobierno, un ejemplo de que el resultado depende del prisma desde el que se mire. A tenor de las valoraciones personales de cada interviniente, quienes lo hicieron mal fueron los demás. Especial Elecciones Generales.
·Albert Rivera fue el primero en ofrecer su opinión pocos minutos después de la discusión en directo: "Me he divertido", alcanzó a decir. Más tarde, en la sede de Ciudadanos recalcó que lo importante no es ganar debates sino en las urnas y volvió a entonar el "¡vamos!" que patrocina su campaña.
·Pablo Casado, menos efusivo que el candidato de Ciudadanos, se mostró contento por haber sido "el único partido" que llevó propuestas al debate, según comentó en una breve comparecencia ante los medios de comunicación a la salida de los estudios de RTVE.
·Pablo Iglesias, "contento" pero recatado en la verbalización de sus opiniones, no dejó de insistir en dos cosas: en la necesidad de que los debates en la televisión pública sean obligatorios y en la "amargura" que le supuso que el candidato del PSOE no respondiera si pactará con Ciudadanos tras el 28-A.
·Pedro Sánchez no compareció a la salida de los estudios del ente público, lo haría más tarde en Ferraz. Fue José Luis Ábalos quien transmitió in situ las primeras sensaciones, que pasaban por recordar que son los demás quienes tienen que esforzarse porque el PSOE ahora está en el Gobierno. Aún así, resumió con un "muy satisfechos" la intervención de Sánchez. Ya en la sede del partido, Sánchez reconoció que "esto cada día pinta mejor".
La inexistente autocrítica es lógica si se analiza el escenario: 24 horas después volverán a verse las caras en directo, esta vez en Atresmedia, y la cita con las urnas es el próximo domingo. La seguridad es fundamental para sustentar los argumentos con los que intentarán convencer a los indecisos y mantener a la parroquia. Cualquier movimiento brusco puede provocar un terremoto entre tantos electores que aún no saben a quién votar.