
elEconomista celebró el primer gran debate electoral económico a cinco partidos. Las intervenciones de PP, PSOE, Ciudadanos, Podemos y Vox, más allá de las previsibles discrepancias, también dejó margen para la coincidencia. No es casual que el denominador común se suscitara en torno a un tema electoralmente tan sensible como la revalorización de las pensiones.
Todos coinciden en abogar por que estas prestaciones vuelvan a ligarse al IPC, como ocurrió este año y el anterior. La realidad insoslayable del déficit de la Seguridad Social también hace que los partidos sean unánimes a la hora de considerar imprescindible que se acometan cambios en el sistema, para que el regreso a la indexación sea sostenible.
A partir de este punto, de nuevo, hay lugar para las diferencias. Solo Vox aboga por una reforma realmente profunda que suponga avanzar hacia un sistema mixto de reparto y capitalización. Más contenidas, y por tanto dudosas, resultan las propuestas de fiarlo todo a obtener recursos extra fomentando una economía más tecnológica, que cree empleo con sueldos mayores.
En primer lugar, cabe cuestionar que la digitalización, al menos en su inicio, aflore puestos de trabajo. La experiencia ya demuestra que suele acarrear un fuerte ajuste en múltiples sectores. En segundo lugar, debe reconocerse que no será fácil realizar el ya conocido proyecto de cambiar el modelo productivo español, después de décadas en que ninguna reforma significativa cambió sus pilares, basados en el empleo de servicios poco cualificado.
Y, por último, tiene que asumirse que esta transición será aún más compleja en una economía en desaceleración, a la que amenaza la posibilidad de sufrir fuertes alzas de impuestos tras las elecciones.