
Patronal y sindicatos se preparan ya para la negociación colectiva de 2018, después de que no lograran acordar la subida salarial para 2017. La discrepancia más importante estribó, precisamente, en la cuantía de esa alza de sueldos. Los sindicatos rechazaron toda oferta inferior al 3%, mientras la patronal abogó por una subida máxima del 2%, a la que podría añadirse un extra de medio punto ligado a factores como la productividad.
Ahora la CEOE, con el respaldo de Empleo, está dispuesta a flexibilizar más su postura y elevar ese plus hasta cerca del 1%, de modo que el alza salarial en su conjunto convergería con el 3% que las centrales demandaban.
Sin duda, las políticas que impulsan los aumentos de sueldos pueden justificarse en la actual situación económica, que permite crecer al PIB a ritmos previos a la crisis. Es más, incrementar esta remuneración constituye un modo de seguir impulsando el consumo interno y, con él, a la economía en su conjunto. Con todo, es también comprensible que la posibilidad de un alza salarial de casi el 3% genere divisiones en la propia patronal.
Sin duda, se trata de un aumento abultado en un momento en el que la inflación crece a ritmos inferiores al 2%. Además, es posible que suponga una presión extra sobre los costes laborales, sumado a otras fuerzas que actúan en el mismo sentido, como la posible elevación del salario mínimo superior al 3% en 2018. Por tanto, en la nueva ronda de la negociación colectiva, conviene estudiar con detenimiento las propuestas y asegurar el consenso dentro de la patronal. Es la mejor fórmula para evitar precipitaciones que resten competitividad, disparen los costes de las empresas y perjudiquen la creación de empleo.