
El pasado octubre fue un mes difícil para las grandes superficies en España. Sus ventas registraron una caída del 4,9%, la mayor desde agosto de 2013. Se trata de un descenso llamativo, no solo por su cuantía sino porque coincide con el mayor retroceso de visitas a estos establecimientos en dos años.
Sin duda, existen factores puramente coyunturales que, en parte, pueden explicar el traspié. Las campañas del Black Friday y el Cyber Monday cada vez tienen más arraigo en España y es probable que muchos consumidores retrasaran a noviembre sus compras. Además, las altas temperaturas del otoño han paralizado las ventas de productos textiles.
Ahora bien, el análisis de los datos demuestra que fueron las grandes superficies catalanas las que más sufrieron, con un descenso de las ventas del 11,3%. Es una caída demasiado profunda como para achacarla por entero a la reducción de horarios que el gran comercio afronta en esa autonomía. Resulta indudable que la inestabilidad de la deriva soberanista pesó sobre los consumidores. Pero los temores no se limitan a Cataluña, ni a las grandes superficies.
También el pequeño comercio cayó en octubre y lo hizo en el conjunto de España, con una mengua del 0,6%. Resultaría precipitado alarmarse en una economía, como la española, que aún crece al 3% y cuyo índice de actividad industrial batió marcas en noviembre. Es más, es posible que el comercio experimente mejoras en la campaña navideña. Sin embargo, no debe olvidarse que el consumo se ve muy influido por las incertidumbres. Si éstas resurgen tras el 21-D, resulta factible que la salud de esta variable se resienta profundamente, lo que tendría un fuerte impacto en el PIB catalán y del conjunto de España.