
La deriva independentista hizo que ninguna de las empresas catalanas del Ibex 35, excepto Grifols, conserve su sede social en esa autonomía. Ahora bien, pese a la incertidumbre, todos los grandes accionistas de esas firmas mantienen su exposición. Lo demuestra un gigante como BlackRock, con amplia presencia en compañías catalanas.
Su único movimiento en los últimos días se limitó al Banco Sabadell y se resume en una mínima reducción, de milésimas. El aplomo de estos inversores (grandes fondos extranjeros muy recelosos de todo tipo de inestabilidad) es un síntoma muy preciso de cómo se ve en el exterior el pulso que la Generalitat mantiene. Pese a que el president Puigdemont está a punto de agotar el plazo que le dio el Gobierno para volver a la legalidad, lo cierto es que el procés perdió la batalla a la hora de ganar legitimidad internacional.
La previsible activación del artículo 155 aún lo pondrá en mayores apuros, con un control más exhaustivo de las finanzas autonómicas y de las fuerzas policiales. Las pretensiones de lograr una independencia unilateral carecen de credibilidad, lo que propicia que los soportes de la bolsa española sigan funcionando. Por su parte, la deuda pública fue capaz de recuperar un 2,1% desde mínimos.
Ahora bien, la pérdida de verosimilitud que ya presenta la deriva independentista no debe llevar a minusvalorar los perjuicios que ha provocado. Como advierte en elEconomista el expresidente del Cercle d'Economia, Antón Costas, es posible que las sedes empresariales trasladadas no vuelvan nunca a Cataluña. En el medio plazo, como el Gobierno alertó, la prolongación de la incertidumbre aboca a la economía española a una crisis comparable a la sufrida en 2012.