
Los temores manifestados a principios de la presente semana se han materializado. Lo que, tras el referéndum ilegal, del 1-O, no eran más que pequeñas caídas de la bolsa española, cobraron ayer una dimensión preocupante. El descenso del 2,85% que ayer sufrió el Ibex 35, a contracorriente del resto de los índices europeos, muestra que, por primera vez, el miedo a las consecuencias del desafío secesionista pesan ya con fuerza en el selectivo. Es difícil ser optimista ante su evolución futura.
Los conflictos registrados en el paro de país del pasado martes hacen temer que la Generalitat ha perdido el control del movimiento callejero que esta misma institución ha alentado. El propio president Puigdemont de nuevo alimentó ayer la tensión en un discurso trufado de ataques al Rey en el que mantuvo su plan de ruptura, pese a apelar al diálogo y a la mediación.
Se trata de un contexto nada halagüeño para el Ibex 35, capaz de hacerle entrar en caída libre, por debajo del soporte clave de los 9.800 puntos. Igualmente perjudicial es el miedo que sufren las empresas y que obliga a sus ejecutivos a estudiar un escenario límite: la secesión unilateral. En esas circunstancias, incluso los dos gigantes bancarios catalanes (CaixaBank y Sabadell) se verían obligados a trasladar sus sedes.
La opción de mantenerlas en Cataluña es inasumible no sólo por la perspectiva de un abandono de la eurozona y del sistema de liquidez del BCE. Además, no pueden arriesgarse a la fuga de depósitos provocada por el temor que experimentarían sus clientes en el resto de España. La independencia efectiva aún es un escenario extremo, pero es evidente que precipitaría el éxodo de empresas que ya sufre Cataluña y supondría un perjuicio económico incalculable.