Hoy comienza la cuenta atrás para que el Reino Unido abandone la UE, con la solicitud oficial, por parte del Gobierno de Theresa May, de la desconexión. El país se adentra de este modo en un terreno político nunca antes explorado en la historia del proyecto europeo. Ahora bien, por grande que sea la incertidumbre, el proceso de separación será largo y es improbable que los agentes políticos y económicos implicados se precipiten.
En especial, no es previsible que las empresas ahora ubicadas en Reino Unido emprendan un éxodo rápido, muy al contrario, tomarán su tiempo para sopesar cuál será la mejor ubicación para su nueva sede. En ese proceso, resulta indudable que Madrid tiene mucho que ofrecer. Por un lado, su equipamiento inmobiliario y de infraestructuras es nutrido; de hecho, en el sector, prevén que cerca de 80.000 metros cuadrados de oficinas puedan ocuparse en los próximos años. A ello se suma, una oferta competitiva en colegios y viviendas de lujo, muy demandadas por los ejecutivos.
Entre los puntos fuertes madrileños, también figura una tributación bien diseñada, que debe preservarse pese a las críticas de otras autonomías. Pero también es cierto que países como Irlanda suponen una fuerte competencia por su apuesta por régimenes fiscales a medida para las empresas que se instalan en sus territorios.
Además, es necesario que Madrid, y España en su conjunto, no den por garantizada su capacidad de atracción y compense otras posibles debilidades, como la excesiva burocracia. Los pasos que ya ha dado la CNMV instando a simplificar autorizaciones. estandarizar formularios e incluso poner a disposición interlocutores en inglés son pasos en la buena dirección que deben ahondarse.