Editoriales

La industria textil vuelve a Europa

Uno de los sectores europeos que con más intensidad vivió el proceso de deslocalización hacia Asia fue el textil. La mudanza de fábricas con destino a países como China, en búsqueda de bajos costes laborales, se produjo sin descanso durante dos décadas (los ochenta y los noventa) y alcanzó su cénit a principios de los 2000, cuando su producción registró su mínimo histórico en proporción al PIB del Viejo Continente.

El proceso empezó a revertirse con especial celeridad en los últimos años. Lo muestra con claridad el caso de Mango. La enseña española llegó a concentrar en Asia el 90% de su producción. En la actualidad, por el contrario, su desarrollo de productos en cercanía, ubicado en países de la UE como Portugal, Grecia y España (además de Marruecos y Turquía), equivale a un tercio del total. Es un camino que abrió Inditex y que supone la mejor respuesta a la evolución que presenta el cliente.

Éste valora cada vez más la capacidad de las marcas de ofrecer una vertiginosa rotación de colecciones (lo que se llama moda rápida) y, para estar a la altura, las empresas necesitan fábricas y centros logísticos cercanos. Además, cada vez es más necesario abastecer establecimientos de mayor tamaño y más representativas, como la nueva tienda que Mango inaugura en la calle Serrano de Madrid.

Se trata de una evolución que no sólo espolea una nueva forma de competitividad en este ámbito, que va más allá de la mera persecución de bajos costes de producción. En paralelo, la economía europea se beneficiará por el impulso que supone el retorno del textil y la confección a una Europa, y especialmente a España, necesitadas de reindustrializarse para asentar su crecimiento.

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