
Durante años, hablar de industria puntera en España implicaba referirse al automóvil. Hoy, nadie puede restarle un ápice de importancia a esa actividad, máxime tras superar de forma modélica la crisis más dura de la historia reciente. Ahora bien, como puso de manifiesto la tercera Jornada de Reindustrialización y Crecimiento, organizada por elEconomista, el sector agroalimentario alcanzó una importancia que debe valorarse como merece.
La ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, aportó datos contundentes, que sitúan esta industria en 2016 como la primera de España por su peso en el PIB, al rebasar el 10%. El sector no se caracteriza por contar con grandes colosos empresariales, pero sostiene 2,5 millones de empleos, factura 105.000 millones anuales y exporta por valor de 45.500 millones, un volumen de ventas al exterior sólo superado por el automóvil.
Tras esas cifras, se halla una industria que, como resaltó Tejerina, puede presumir de excelencia en todos sus escalones, desde la alta calidad de la materia prima hasta el prestigio de los cocineros españoles. Agricultura, además, trabaja en el fomento de su eficiencia con normas como la Ley de la Cadena Alimentaria, para impedir las prácticas comerciales que banalizan productos básicos como la leche o el aceite y arruinan a los productores.
Pese a estos avances, es innegable que el sector, al igual que el resto de la industria, afronta retos de primer orden como la digitalización de la producción o las mayores exigencias medioambientales. Conviene, por tanto, respaldar ante estos desafíos a una actividad que ha convertido a España en potencia agroalimentaria a escala mundial, y que tiene un papel crucial en su crecimiento y creación de empleo.