
El yuan se depreció más de un 8% en 15 meses y las bolsas lo han digerido. El escaso impacto sorprende porque en enero se hablaba de que la caída del yuan provocaría una recesión mundial. Ahora los temores se disipan, en gran parte debido a que el PIB crece un aún notable 6,7%, lo que invita a pensar que Pekín sabe pilotar el cambio de modelo económico (más consumo y menos manufactura).
Además, parece que las autoridades monetarias aprendieron, y evitan la precipitación y los errores de comunicación del pasado. Sin embargo, conviene estar alertas. La opacidad aún domina y sigue siendo difícil calibrar cuál es la situación real de la economía china; por ello, todavía es posible que se produzcan decisiones inesperadas.