El reciente atentado en Niza, en pleno verano, confirma la preferencia que el yihadismo siente por golpear núcleos turísticos en momentos de máxima afluencia. Lo evidente de esa estrategia ya tiene efectos económicos, de los que dan fe las aerolíneas europeas. No en vano grandes enseñas como IAG o Lufthansa se ven obligadas a rebajar sus previsiones de crecimiento, entre otros factores, por la inquietud que afecta a sus potenciales viajeros.
Se trata de un fenómeno que, en caso de ir a más, comprometerá gravemente a un sector que para economías como la española es vital. Urge así que países como el nuestro lideren un reforzamiento ambicioso de la seguridad, capaz de impedir que los terroristas vean en los turistas un objetivo especialmente vulnerable.
