
Como estaba descontado, la Comisión Europea vetó ayer la compra de la filial británica de Telefónica, O2, al grupo chino Hutchison. La empresa presidida por José María Álvarez-Pallete no se quedó paralizada ante tan esperado desenlace y cuenta ya con un plan para que la negativa no comprometa su situación financiera. La salida a bolsa de su filial Telxius, el pago del dividendo en acciones (scrip dividend) o el desarrollo de nuevos ajustes internos están a su alcance.
Además, existe la posibilidad de retomar en el futuro la venta de O2, por la que se han interesado tres operadores de telefonía fija británicos e incluso la francesa Iliad. Por tanto, no está en entredicho la fortaleza de Teléfonica; lo que sí se halla en esa situación es la credibilidad de Bruselas, al tomar una decisión con un claro sesgo político.
Los perjuicios para la competencia, por la reducción de operadores, que tanto preocupan ahora a la comisaria Vestager, no impidieron que, también en Reino Unido, BT adquiriera EE.
En otros países, como Alemania y España, tampoco se frustraron compras semejantes, sino que se fomentó la venta de activos de las empresas fusionadas para reforzar a otros actores.
Todo indica que, si estas soluciones se han desechado ahora, ha sido por el afán de Bruselas de mostrar sintonía con los reguladores británicos, contrarios al reforzamiento de la china Hutchison en su territorio, en vísperas del referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE (Brexit). El precio de esta estrategia puede ser muy alto, en la medida en que descarrila a Europa del proceso de concentración en el que se encuentran inmersas las telecos a escala mundial, con objeto de sobrevivir en un mercado cada vez más competitivo.