
Han pasado 100 días desde que el paso atrás in extremis de Artur Mas permitiera la llegada de Carles Puigdemont a la Presidencia de la Generalitat. Son poco más de tres meses en los que el "independentismo cívico" del president, como sus partidarios gustan de calificar su política, arroja un balance preocupante. No merece calificarse de otra manera el hecho de que la calificación de quiebra selectiva haya sobrevolado su situación financiera o que la comunidad autónoma no cuenta todavía con Presupuestos para 2016.
La formación anti-sistema CUP tiene en sus manos la llave de la gobernabilidad, y ni siquiera el guiño de incluir un ambicioso plan de choque social en las cuentas garantiza que vayan a ganarse el visto bueno de los radicales. Satisfacerlos requerirá, con seguridad, nuevas subidas de impuestos y eso hará más irrespirable el medio ambiente en el que tienen que luchar las empresas catalanas, atrapadas entre una fuerte presión fiscal y una deriva soberanista que no encuentra fin y sigue acentuándose.
Por ello, Puigdemont acumula a su espalda una triste marca: en los 100 días que lleva al frente de la Generalitat, 229 empresas han abandonado Cataluña (un promedio de dos al día) especialmente hacia Madrid, frente a las 138 que han querido instalar su base en este territorio. Todo apunta que el éxodo puede intensificarse en la medida en que la mala gestión de la Generalitat no presenta visos de corregirse. Así, continúa teniendo problemas para atender sus servicios más básicos, como el pago de las farmacias, mientras blinda los presupuestos de instituciones relacionadas con sus fines políticos (como TV3). En estas circunstancias, continuará la asfixia de las empresas.