Editoriales

El 'ladrillo', otro lastre para la banca

Las inmobiliarias de los bancos españoles continúan dando dolores de cabeza. No puede ser de otra manera considerando las pérdidas que aún generan, en concreto, 3.300 millones el año pasado, un 11% interanual más.

Sin duda, influye el hecho de que aún se notan los efectos del estallido de la burbuja, ya que los bancos siguen recibiendo inmuebles derivados de canjes de deuda o de impagos.

De hecho, el stock creció un 8% en 2015 en el caso de los grupos pertenecientes a las mayores entidades. A ello se suma la circunstancia de que dar salida a estos activos depende de factores que las entidades no pueden controlar. Así, resultará decisivo que la recuperación económica prosiga y que se produzca un verdadero despertar del mercado del ladrillo.

El pasado ejercicio infundió optimismo, ya que fue el primero, desde que se inició la crisis, que terminó con un aumento de los precios. Con todo, está por comprobarse si la tendencia continuará, en un ámbito tan sensible a inestabilidades como las que ahora afectan a nuestro país. No hay visos, por tanto, de una efectiva corrección y la banca tendrá que seguir asumiendo el peso de unos activos improductivos y que además provocan gastos de mantenimiento y obligan a hacer provisiones.

La persistencia del lastre derivado del ladrillo pone aún más contra las cuerdas a unas entidades que tienen muy mermada su rentabilidad, debido a la reducción de márgenes que implican unos tipos de interés en negativo y al escaso rendimiento que tiene ya el ahorro por vías como la remuneración de los depósitos. En este contexto, las medidas que anunció el BCE la semana pasada darán un respiro, pero es previsible que el sector tenga que continuar los ajustes.

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