
El precio del petróleo continúa sin encontrar su suelo, como demostró ayer el barril de Brent. El crudo de referencia en Europa llegó a cotizar por debajo de los 28 dólares, lo que implica que se situó en mínimos del año 2003. La prolongada tendencia bajista constituye todo un bálsamo para sectores empresariales como el aeronáutico o incluso para economías en su conjunto como la española, muy dependiente de la importación de esta materia prima.
No en vano el ministro de Economía, Luis de Guindos, estimó ayer que el crudo barato supondrá un impulso adicional de medio punto al PIB en 2016. Ahora bien, la otra cara de la moneda la representan las firmas petroleras, las cuales han visto cómo los analistas recortan un 60% sus previsiones de beneficio neto para este ejercicio.
En términos absolutos, los 178.000 millones de euros esperados en enero de 2015 se han reducido a tan sólo 70.190 millones. El desplome del crudo aún ha tenido otro perjuicio: las principales petroleras han perdido un cuarto de su valor en bolsa desde inicios de 2015 (500.000 millones). Pese a lo abultado de las cifras, todavía caben mayores deterioros.
El petróleo aún carece de visos de repuntar, ahora que un Irán libre de sanciones está en condiciones de engrosar la sobreoferta que acorrala al mercado. A ello se añade la persistente desaceleración del consumo en China, el primer importador de materias primas (cuyos datos de PIB relativos a 2015 se han conocido hoy).
El contexto, por tanto, seguirá siendo difícil para las petroleras y éstas no tienen otro remedio que protegerse, paralizando las prospecciones, buscando socios para inversiones estratégicas e incluso estudiando fusiones como las protagonizadas por el sector a inicios de los 90.