
El balance de los resultados de las empresas del Ibex presentados hasta septiembre refleja un incremento del endeudamiento conjunto del 8,4% interanual, hasta sumar casi 182.000 millones. En tan pronunciado avance han tenido un efecto decisivo dos empresas. Por un lado, Repsol ha tenido que quintuplicar su pasivo, hasta llegar a 13.123 millones, con el objeto de comprar la canadiense Talisman.
En segundo lugar, la retribución a sus accionistas llevó a la eléctrica Endesa a triplicar su apalancamiento hasta superar los 5.000 millones. Ambas compañías demuestran que, una vez pasados los años más duros de la crisis, en los que los ajustes fueron la nota dominante, llega con la recuperación el momento de volver a apostar por las adquisiciones y de compensar a los accionistas con mejores dividendos.
Es cierto que el despertar de la deuda se está desarrollando aún de una forma cauta, ya que se si se aísla el efecto Repsol-Endesa, el pasivo del Ibex incluso ha experimentado un ligero retroceso, del 0,5%. Esta cautela sólo puede ser bienvenida en un índice que aún muestra un elevado endeudamiento en relación con su beneficio bruto. Esta ratio llegó a ser de más de tres veces ebitda; este año, es previsible que se sitúe todavía en las 2,8 veces, lo que implica duplicar la proporción de 1,4 propia del Dax alemán y superar con creces las 1,7 veces del S&P 500.
En suma, aun cuando es previsible que con el cambio de ciclo económico, las grandes empresas relajen hasta cierto punto el control de su endeudamiento, no deben olvidar que las elevadas proporciones pasivo/ebitda constituyen un riesgo en caso de que los costes de financiación vuelvan a elevarse.