Editoriales

El BCE evita errores pasados

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi.

La primera reunión del BCE tras las vacaciones estuvo marcada por un tono pesimista, como era previsible después de un agosto que será recordado por las dudas sobre China, los desplomes bursátiles y la entrada en recesión de Brasil o Canadá. El tono sombrío se manifestó en el discurso del presidente Draghi, y también en la revisión de las previsiones del BCE. El banco central augura ahora una inflación aún más alejada de su objetivo de estabilidad (inferior pero cercano al 2%): el IPC de la eurozona quedará este año en el 0,1% (dos décimas por debajo de lo estimado en junio) y en 2016 no pasará del 1,1% (cuatro décimas menos).

En cuanto al PIB europeo, el BCE no prevé una recesión, aunque sí espera avances más moderados (del 1,4% en 2015). Con todo, pese al realismo demostrado por Draghi, éste anduvo lejos de mostrarse pasivo ante un contexto difícil. Muy al contrario, el banquero central aseguró que dispone de nuevos estímulos a su alcance que usará en caso necesario. Si hay algo que Draghi ha demostrado a lo largo de su mandato, especialmente en 2012, es que sabe manejar el poder que tienen sus palabras. Y ayer emitió la señal que los mercados necesitan, dejando claro que, una vez más, no se verá desbordado por los acontecimientos.

El hecho de que el BCE sea capaz ahora de lanzar mensajes tan convincentes es una prueba de que queda atrás la etapa en que Berlín ejercía un férreo control sobre el banco central, persiguiendo sólo la estricta estabilidad de la inflación, y que motivó decisiones como la subida de tipos que Jean-Claude Trichet ordenó a las puertas de una recesión. Errores tan graves como ése se muestran ahora, afortunadamente, como irrepetibles.

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