
Grecia volvió ayer a quedarse corta en la propuesta de reformas que presentó a sus acreedores. Lo previsible del hecho no debe restar importancia al reconocimiento de que el país está más contra las cuerdas que nunca, tras acumular todos sus vencimientos con el FMI el día 30 y afrontar un más que posible impago con el BCE en julio, que afectaría también a los demás socios del euro.
La situación no tiene precedentes, pero todo apunta a que puede descartarse una solución extrema como sería sacar a Grecia del euro. El impago sería, por tanto, controlado, lo que no disipa todos los riesgos. Resulta previsible que los mercados interpreten la maniobra como un incumplimiento en toda regla y castiguen a los activos del conjunto de la zona euro.