
La renta fija ha sufrido un contundente vuelco en los último tiempos que incluso una acción tan decidida como la protagonizada por el BCE esta semana, subiendo de revoluciones su ya de por sí potente programa de compras de activos, sólo lo ha paliado parcialmente. El mercado de renta fija tiene aún que atravesar una severa purga después de años en los que la demanda de títulos emitidos por los Estados parecía no tener fin; de hecho, ha llegado a producirse una situación tan anómala como que Alemania no pagara un céntimo a quienes le prestaban dinero a 10 años.
Es cierto, por tanto, que la corrección se ha hecho esperar, pero no lo es menos que el cambio de ciclo era predecible y, por ello, extraña que haya sorprendido a los gestores de los planes de pensiones de renta fija con la guardia tan baja. El 96% de los domiciliados en España registra unas pérdidas que llegan hasta el 7,66% en el último mes. Habría bastado para capear el temporal una mayor amplitud de miras por parte de sus gestores, quienes, en búsqueda de una mejor rentabilidad, apostaron demasiado fuerte por los títulos con vencimientos más largos (y por tanto más expuestos a los vaivenes de los mercados).
Los planes mixtos gozan de mayor libertad de acción, pero una miopía semejante ha provocado que, en su gran mayoría, tampoco se libren de las pérdidas. Son todas cifras que han enseñado, por el camino más duro, hasta qué punto es un error dar por seguras las ganancias en renta fija, cerrando los ojos a la evolución de su demanda y al contexto macroeconómico general. También la inversión en bonos, si quiere ser rentable, requiere que los gestores cumplan con su cometido.