Es innegable que Grecia está en una situación límite, dependiente del crédito de último recurso en el BCE y de las reservas de emergencia del FMI. Así, resulta comprensible que sus socios del euro barajen evitar la asfixia con la inmediata liberación de 5.000 millones, pertenecientes al segundo rescate del país y bloqueados desde febrero.
Más cuestionable resulta que Europa, a cambio de ganar tiempo, suavice en exceso sus exigencias a Atenas, dejando las peticiones sobre reforma de las pensiones y del mercado laboral en papel mojado. Una cesión así sería un logro para el Gobierno de Syriza, el causante del estrangulamiento del país, que supondrá más costes económicos para los países del euro y un desgaste de la credibilidad del proyecto de la Unión Monetaria en conjunto.