
La manera en que Grecia afrontó, el lunes, su vencimiento de 750 millones con el FMI es la mejor muestra de hasta qué punto está asfixiada. Atenas tuvo que recurrir a la cuenta de último recurso que el propio Fondo pone a disposición de sus miembros. No es la primera vez que Grecia sigue a flote gracias a medidas excepcionales; de hecho, desde hace meses, sólo recibe crédito del BCE por las líneas de emergencia.
Lo ocurrido esta semana, no obstante, demuestra que el Estado griego ya no tiene liquidez a las puertas de otro vencimiento (5 de junio), lo que lo sitúa al filo del impago. Es el propio Gobierno de Tsipras el que ha querido llegar a una situación límite y sólo de él depende salvarla, presentando, por fin, una agenda real de reformas.