
Es indudable que España es uno de los países de la zona del euro que más reforzado saldrá de una crisis que a punto estuvo de acabar con la Unión Monetaria. El ministro De Guindos volvió ayer a dar testimonio de ello, al asegurar que el PIB creció un 0,8% en el trimestre que hoy se cierra.
Alcanzar estos registros no fue en absoluto fácil, sino fruto de dolorosos ajustes, sobre todo por parte del sector privado. Resulta, por tanto, razonable que la Oficina Económica del Presidente del Gobierno trabaje para lograr que las autoridades comunitarias valoren ese esfuerzo pasado y hagan una evaluación futura de la marcha de la economía lo más justa posible.
¿Variables "poco exactas"?
El actual es buen momento para lograrlo, ahora que la UE revisa el catálogo de variables que calibran la estabilidad de sus miembros (y las sanciones para corregirlas). La propuesta española de que factores como el saldo por cuenta corriente o la competitividad tengan más peso merece escucharse, dados los graves perjuicios que los desequilibrios exteriores provocan en un país.
Ahora bien, lo que no es justificable es que esas variables ganen relevancia a costa de que, como pretende la Oficina Económica, otras tan cruciales como la tasa de paro o el nivel de deuda pública queden ignoradas, tildándolas gratuitamente de "poco exactas".
Tal y como está planteada, la iniciativa española distorsiona la propia imagen de forma interesada, de modo que sobresalgan las fortalezas y se oculten las debilidades. Minusvalorarlas no las hará desaparecer. Muy al contrario, en un país en el que el total de desempleados supera el 20% y la deuda pública roza el 100% del PIB, tanto el Gobierno como la UE deben tenerlas presentes cada día, para atajarlas cuanto antes.