El trágico atentado de la semana pasada en el tunecino Museo del Bardo puso de manifiesto hasta qué punto la inestabilidad constituye un problema para los países árabes del norte de África, ya sea en forma de conflictos abiertos (como en Libia o en Egipto) o de forma más localizada y soterrada, como la sufrida en Túnez.
En estas circunstancias, resulta de todo punto comprensible la decisión de gran número de turistas europeos que, ante la llegada de la Semana Santa, se han replanteado sus estancias en países del Magreb, y preferirán visitar otros destinos mediterráneos más seguros como España.
¿Llegarán más turistas?
De hecho, de acuerdo con las previsiones del sector, la llegada de visitantes durante la semana que viene puede verse incrementada entre el 35% y el 45%, hasta el punto de que en las islas y en las zonas de costa resulta factible alcanzar el lleno total. Será, sin embargo, el remate a una tendencia que lleva años desarrollándose y que no necesitaba del perjuicio de ningún competidor para consolidarse.
Es más que reconocido el papel que el turismo español está desempeñando en la recuperación económica, a caballo de cifras récord como los 31 millones de visitantes que llegaron a nuestro país el pasado verano (un 6,4% interanual más).
Antes del fatídico atentado de Túnez, el sector ya se encontraba en condiciones, por sí solo, de batir esas marcas con su propia fortaleza, como la alta competitividad y la calidad del servicio. Sin duda, existen desafíos por afrontar, como diversificar la oferta más allá del sol y playa, ganar nuevos mercados como el asiático o afrontar la reducción de ingresos que supone el turismo low-cost. No obstante, 2015 puede volver a ser un año récord.