
España ha llevado a cabo uno de los ajustes financieros más severos de Europa, que ha necesitado una cuantiosa ayuda de la Unión y ha reducido a la mitad el número de entidades. Llama la atención que, después de haberse enfrentado a un proceso tan doloroso, las instituciones supervisoras de este sector muestren ahora, en el caso Banco Madrid, una total falta de sincronía en sus actuaciones y hayan provocado un hecho sin precedentes: la práctica liquidación de un banco en posición de solvencia en menos de una semana.
Sólo puede tildarse de descoordinación la manera en que se han cruzado las decisiones del Banco de España y del Ministerio de Economía. Este último quería ver cesado en bloque al consejo de Banco Madrid, mientras el supervisor no veía la necesidad de ir más allá de nombrar a dos interventores en la entidad presidida por José Pérez, quien trabajó 25 años en el propio Banco de España.
Paralelamente, el Sepblac, dependiente de Economía, desenterraba un informe, concluido semanas atrás, en el que constan operaciones sospechosas de blanqueo atribuidas a Banco Madrid. El Sepblac precipita entonces una denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción, que desata la fuga de depósitos en la entidad y, con ella, la decisión del Banco de España de instar la liquidación.
No es lo relevante el peso mayor o menor de Banco Madrid dentro del sector financiero; lo realmente crucial radica en que incluso una entidad reducida puede todavía poner en entredicho la reputación de este ámbito de actividad, ahora que su saneamiento está recién concluido. Y eso es algo que el Banco de España y Economía debieron poner por encima de sus rivalidades.