
España vivió, en la noche del pasado martes, una nueva intervención de un banco que, desde el principio, se presentó como atípica, pero que la manera de actuar del Banco de España ha hecho que resulte completamente inaudita.
El pasado día 10, el regulador financiero dejaba claro que su entrada en Banco Madrid era una medida cautelar motivada por una intervención anterior, la del Gobierno andorrano sobre BPA, la matriz de la entidad española, por sospechas de blanqueo. En consecuencia, el desembarco de los interventores del gobernador Luis Linde tenía como única función asegurar la operativa de Banco Madrid y, de hecho, el consejo de administración de este último se mantuvo intacto para seguir tomando decisiones.
Menos de una semana después, tras forzar la dimisión en pleno de ese consejo, es el propio supervisor el que trunca toda la operativa que decía querer proteger, instando el concurso de Banco Madrid, un final que hace seis días nadie, y mucho menos los clientes de la entidad, podían prever.
El Banco de España, a remolque
La precipitación de los acontecimientos, y las contradicciones en que incurrió el equipo de Linde en su transcurso, demuestran que el Banco de España ha ido a remolque en esta crisis.
Por reducido que sea el peso de Banco Madrid, con sus 784 millones en depósitos y sus 15.000 clientes en banca minorista, en absoluto resulta tranquilizador saber que un informe elaborado por una institución extranjera (el Departamento del Tesoro estadounidense) puede derribar una entidad española en tiempo récord. Si la normativa vigente no permitía al Banco de España una actuación más ágil, sin duda, ésta debe revisarse; si lo que ha ocurrido es que la institución se ha visto desbordada, es urgente investigar las causas de tan ineficaz actuación.