El pago en acciones (conocido como el scrip dividend) ha permitido a las grandes empresas del Ibex ahorrar 30.000 millones desde 2009. La fórmula, que puso en marcha el Banco Santander hace ya cinco años, se ha convertido en una gran aliada, ya que permite a las compañías retribuir a sus accionistas con nuevos títulos sin tener que echar mano de la caja. La banca es con diferencia la más beneficiada del pago en papelitos, por el ahorro que ha supuesto a sus cuentas.
Para las entidades era fundamental mantener recursos en sus balances a la hora de realizar provisiones. Una manera de ponerse guapas en vísperas de los test de estrés. Pero, además, con el pago en acciones la banca se ha capitalizado de forma encubierta, ya que para entregar títulos al accionista muchas compañías emiten acciones nuevas (que luego muy pocas recompran), lo que fortalece su capital. No obstante, la fórmula no está exenta de polémica ya que, si bien es muy rentable para las empresas, no lo es tanto para el accionista, porque aunque acumula títulos, el valor se mantiene igual. Y para los que quieren vender, esta fórmula les penaliza, ya que el valor de los títulos se diluye.
A esto se añade una política de información poco transparente. Las empresas aplican por defecto el pago en papelitos, puesto que para cobrar en efectivo hay que reclamarlo, algo que muchos inversores desconocen. Las grandes compañías saben que es pasajero y BBVA y La Caixa han anunciado la vuelta al efectivo. No hacerlo supone un deterioro para el accionista y resta atractivo a la bolsa española, que ha dejado de ser el destino favorito de los fondos, que sólo invierten en compañías con dividendos líquidos que den a su dinero más rentabilidad.