El Gobierno está preparando toda la artillería para salir airoso de las elecciones europeas y de las autonómicas, locales y generales de 2015. La presentación del cuadro macroeconómico y el programa de estabilidad presentado ayer por los ministros De Guindos y Montoro fue la mejor puesta en escena del PP en mucho tiempo. Una estrategia impulsada por la inminencia de elecciones, en las que Mariano Rajoy sabe que se juega su credibilidad dentro y fuera de España.
De ahí que, más allá del mensaje que ambos ministros dieron y que invita a creer que lo peor de la crisis ya ha pasado (más PIB y creación de empleo) hay otra lectura subliminal que se esconde en la "prudencia" de De Guindos a la hora de posponer el grueso de la mejora del empleo y la bajada de impuestos para después de las elecciones. Un aviso a navegantes de que sólo con el voto al PP en el próximo y sucesivos comicios se podrán culminar estas reformas. De hecho, al Ejecutivo no le duelen prendas y aplaza la recuperación a 2017.
Será entonces cuando la economía crezca a un 2,8 por ciento, el agujero de las cuentas públicas baje al 1,1 por ciento y la tasa de paro se situé en el 19,8 por ciento. También la deuda pública bajará ese año del 101,6 por ciento de 2016 al 98,5 por ciento.
No se trata de decir qué se va a conseguir sino de cómo va a hacerlo. Aún así, es evidente que hay síntomas de mejoría y que incluso las agencias de calificación han mejorado nuestro rating. Pero todavía queda mucho por hacer y riesgos que sortear. El frenazo en el crecimiento con que EEUU ha iniciado 2014 es una advertencia. El Gobierno no puede embargar las reformas a expensas del resultado electoral en un momento en el que el país se recupera y es necesario actuar.