Primero fueron las inmobiliarias, luego las pymes y ahora son las familias donde se centra con fuerza la morosidad, que en conjunto rozó el 12% en el segundo trimestre. Los impagos de hipotecas de particulares se situaron en el 5,16%. Una cota que marca el máximo de la crisis y lo iguala a los topes alcanzados en la recesión de los noventa. En el incremento de la mora influyen también otros factores, como la nueva normativa sobre reclasificación de préstamos refinanciados -pasan a ser considerados morosos- y la caída del crédito en circulación. El alza de la mora, cuando empiezan a ser evidentes los síntomas de recuperación, indica que en la recta final de la crisis afloran todos los créditos dudosos que permanecían ocultos.