Mario Draghi se atuvo ayer al papel de gobernador del BCE, que le da el guión escrito por la UE. Bajó los tipos a un mínimo histórico -0,5%-, pero no tomó ninguna medida concreta para que esta inyección de liquidez llegue a las pymes, como esperaban algunos. Por eso en cuanto empezó a hablar y dejó claro que es Bruselas quien ha de procurar que el dinero llegue a la economía real, la bolsa española que subía empezó a caer ligeramente y la prima de riesgo, que había bajado hasta 288 puntos, subió al entorno de los 294. No se va a romper la tendencia a la baja de la prima. El dinero que fluye de Japón va a posibilitar que se sitúe entre 200 y 250 puntos. Otra cuestión es que Bruselas actúe, mientras no lo haga, el dinero va a seguir embalsado en las entidades financieras y no va a llegar a las empresas, que es lo que necesitan los países como España.
Aún así, la decisión del BCE baja el coste de financiación del Estado y de las hipotecas, pero también de los depósitos que prácticamente se van a quedar a cero. Como no llueve a gusto de todos, la bajada de tipos sienta mal en países como Alemania, que temen por el efecto sobre los seguros y los fondos de pensiones. Es el problema de las asimetrías económicas en la Eurozona, que explica las presiones de los distintos bloques que defienden intereses contrarios.
A pesar de su discreción, Draghi no se pudo contener y lanzó una andanada hacia quienes han reducido déficit a costa de subir impuestos, como el Gobierno de Rajoy. El gobernador pide, como otras veces, que cada uno cumpla su cometido. Él ha hecho el suyo. Ahora son la Comisión y los Estados quienes deben poner los medios. Para España la bajada de tipos es un balón de oxígeno, que Rajoy debe aprovechar para acometer las reformas pendientes.