Este mes el recibo de la luz ha bajado un 6,7% debido a la decisión del Gobierno de hacer un guiño a los usuarios, que en el último lustro han visto como se encarecía la factura un 60%. La realidad es que la bajada se asemeja a un espejismo que, como decía elEconomista el pasado 21 de marzo, va a durar muy poco porque el recibo seguirá subiendo en tanto no se solucione el problema del déficit de tarifa del sistema, que asciende a 28.000 millones de euros.
Por esta razón, Industria en vez de bajar el precio del recibo en la última subasta, lo debería de haber congelado. Ello habría supuesto un alivio para las empresas eléctricas que se enfrentan a un incremento de impuestos derivado de la reforma energética y se están viendo obligadas a acometer recortes de plantillas. A causa del impuesto sobre generación establecido por la reforma de José Manuel Soria el coste de la luz para las grandes empresas se ha incrementado un 25%. Con el consiguiente efecto bumerán presupuestario.
Hasta ahora, el coste energético en España era similar al de Alemania. En los contratos de futuros para 2014, 2015 y 2016 ya hay una diferencia de 10 euros/MWh a favor de la segunda. El resultado va a ser una importante pérdida de competitividad para nuestras empresas en un momento en que la reducción de costes es decisiva para mantener cuota de mercado. Los planes de Industria no están dando resultado. El déficit de tarifa sigue descontrolado y se ha incrementado la carga que soporta el sector, lo que se traduce en una posición de desventaja para las empresas. El Ejecutivo debe olvidar los guiños populistas que cuestionan la voluntad de recortar verdaderamente el déficit energético.