La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de nacionalizar YPF, la filial argentina de Repsol, aísla económicamente a su país. El anuncio, envuelto de nacionalismo y teatralidad populista, tendrá consecuencias nefastas para la economía argentina, ya que los inversores extranjeros están haciendo sus maletas al haber acabado Kirchner con cualquier rastro de seguridad jurídica. La prima de riesgo de Argentina empezó ayer a dispararse, mientras la presidenta declaraba que "las empresas radicadas aquí, aunque sus accionistas sean extranjeros, son empresas argentinas", frase que tras la nacionalización de YPF es toda una amenaza. Repsol ha intentado por todos los medios negociar con el Gobierno argentino, pero la decisión se tomó a finales de enero, cuando el Ejecutivo de Kirchner redobló sus amenazas de nacionalización sobre YPF. La incertidumbre de los últimos meses parece una estrategia dirigida a limar las acciones de la operadora para bajar el precio de la expropiación.
La caída de Repsol, un 6% en los últimos meses, descontaba ya la posible pérdida de la filial argentina. La multinacional española pierde las importantes inversiones realizadas en las prospecciones del yacimiento de Vaca Muerta, con capacidad suficiente para permitir el autoabastecimiento energético de Argentina. El problema es que para poner en explotación este yacimiento se precisa de un capital y una tecnología muy sofisticada que Argentina no posee. La cacicada de Kirchner va dirigida contra Repsol -los inversores minoritarios argentinos y norteamericanos no han sido expropiados- y contra los intereses españoles. Para ello, la presidenta no tiene reparo en aislar económicamente a Argentina y a sus empresas.