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La unión fiscal en Europa: una oportunidad única para dar un salto adelante

  • Europa tiene la oportunidad de dar un nuevo paso hacia la unión fiscal coordinando su gasto en defensa
  • Al compartir riesgos, los costes de financiación serían más bajos en conjunto
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La unión fiscal en Europa
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Desde que se creó el euro, el futuro de la UE ha estado marcado por dos grandes incógnitas: ¿Se logrará algún día una unión fiscal plena? Y, si no es así, ¿está el euro condenado al fracaso?

Estas cuestiones existenciales cobraron fuerza durante la crisis de la deuda soberana. Sin embargo, desde que Europa vivió su primer "cueste lo que cueste" del Banco Central Europeo (BCE) en 2012, se han producido avances significativos hacia una mayor integración fiscal. Un claro ejemplo de ello es el programa NextGenerationEU (NGEU), en el que el gasto a nivel comunitario se financió mediante la emisión conjunta de bonos europeos. No obstante, el NGEU tiene un defecto importante: es temporal y está previsto que finalice el próximo año.

En 2025, la necesidad de aumentar el gasto en defensa en Europa es evidente. Este podría ser el segundo "cueste lo que cueste" para el continente. Pero también representa una oportunidad única para dar el siguiente paso decisivo hacia una integración fiscal real: la posibilidad de poner en marcha una política fiscal permanente a nivel europeo.

Ya se han logrado importantes avances hacia una mayor integración fiscal. Desde la crisis de deuda soberana, Europa ha recorrido un largo camino hacia la unidad fiscal. En primer lugar, la unión bancaria está cada vez más cerca. Con el Mecanismo Único de Supervisión, el BCE ha asumido la supervisión prudencial de todos los bancos europeos, una responsabilidad que antes recaía en las autoridades nacionales. Además, se está trabajando en proporcionar supervisión a nivel europeo en la gestión y resolución de crisis bancarias.

En segundo lugar, la mayoría de los Estados miembros han adoptado políticas fiscales nacionales más responsables. La evolución de los llamados PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) ha sido especialmente notable: los rendimientos de sus bonos soberanos a diez años se sitúan actualmente a menos de 120 puntos básicos de los bunds alemanes.

En tercer lugar, el BCE ha desarrollado un conjunto amplio de herramientas para contener los diferenciales de los países periféricos si es necesario. Entre ellas se encuentran las transacciones monetarias directas (OMT, por sus siglas en inglés), el Instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI) y una mayor flexibilidad en la reinversión de sus compras de activos bajo programas de expansión cuantitativa.

Estos avances -unas finanzas nacionales más sostenibles y herramientas monetarias más eficaces- reducen significativamente la necesidad de transferencias fiscales tradicionales, donde los países más ricos respaldan económicamente directamente a los menos favorecidos, un enfoque que siempre ha generado escaso respaldo público.

Pero como ha señalado Mario Draghi, ese modelo clásico de unión fiscal es hoy menos relevante. En su lugar, se puede alcanzar un nivel suficiente de integración fiscal mediante objetivos bajo una agrupación soberana. Este enfoque resulta mucho más aceptable desde el punto de vista político, sobre todo si se utilizan los instrumentos fiscales adecuados en el momento oportuno para maximizar el impacto económico.

NGEU: un caso ejemplar de coordinación fiscal

El NGEU es un claro ejemplo exitoso de objetivos para una agrupación soberana. Nacido en respuesta a la pandemia, el programa invierte directamente en la economía europea, financiado por bonos emitidos comúnmente por la UE. Se centra en prioridades compartidas por todos los Estados miembros -como la transición ecológica y la digitalización- y condiciona los desembolsos al cumplimiento de objetivos, lo que ayuda a reducir el riesgo moral. Un aspecto especialmente relevante es que el paquete contó con un amplio respaldo ciudadano y apenas generó oposición pública, lo que supuso un gran paso adelante para la integración europea.

Sin embargo, el NGEU es temporal: su último desembolso está previsto para diciembre de 2026. Existe el riesgo de que, con su final, se diluya el impulso político y económico que ha logrado generar.

Defensa: una oportunidad

Hoy, Europa tiene la oportunidad de dar un nuevo paso hacia la unión fiscal coordinando su gasto en defensa. Pero esta vez, de forma permanente.

Las condiciones no pueden ser más favorables: la amenaza a la seguridad es común a todos los Estados miembros, hay escasa oposición política y el continente aún se beneficia del impulso generado por el NGEU.

Además, hay razones económicas claras para financiar y gestionar el gasto en defensa a nivel europeo. Al compartir riesgos, los costes de financiación serían más bajos en conjunto. Una adquisición centralizada sería más eficiente y ayudaría a reducir la fragmentación, un problema señalado por el informe de Draghi. Además, los efectos indirectos de una mayor inversión en investigación y desarrollo en el ámbito de defensa podrían ser enormes para la economía general. No hay que olvidar que tecnologías como el internet, los láseres o el microondas tienen su origen en el ámbito militar.

Este es el segundo gran "cueste lo que cueste"" de Europa: una oportunidad única, propia de una generación, para sentar las bases de una política fiscal permanente a nivel de la Unión Europea. No podemos dejarla pasar.

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