Una victoria pírrica. En un país donde la cultura clásica sigue siendo una asignatura fundamental en la enseñanza superior, el ajustado triunfo contra los otomanos del rey griego Pirro, un resultado conseguido por lo pelos y con un coste demasiado alto para el vencedor, es la metáfora ideal para describir la conclusión del nuevo capítulo del pulso presupuestario entre Italia y la UE.
El país transalpino, por segunda vez en menos de un año, ha logrado evitar la apertura de un procedimiento sancionador por parte de Bruselas. La Comisión anunció el pasado miércoles que no pedirá formalmente a los ministros de Economía y Finanzas de la Unión abrir un procedimiento de infracción a Italia por su elevada deuda.
Pero esto no significa que Roma haya mejorado su condición presupuestaria: el Gobierno populista transalpino solo ha logrado poner un parche a sus cuentas y ha ganado tiempo hasta otoño cuando la Comisión, como explicó en su nota, "evaluará la conformidad del documento presupuestario para 2020 con el pacto de estabilidad y crecimiento".
El análisis de los Presupuestos de los diferentes países es rutina para la Comisión Europea. Sin embargo el examen del programa italiano promete convertirse, en octubre, en una nueva pesadilla sobre todo para el país transalpino.
Italia paga la táctica dilatoria de algunos de los últimos Gobiernos que han introducido en los Presupuestos cláusulas de salvaguarda -pensadas para ganar tiempo y aplazar de año en año la solución al problema presupuestario- que obligan a una subida del IVA si no obtiene los ingresos previstos con otras medidas.
Matteo Salvini, vicepresidente de Gobierno y líder de la Liga, el principal partido italiano en las encuestas con casi el 38%, ha dejado claro que no quiere una subida del IVA en 2020, al contrario pretende aprobar una reforma fiscal para reducir a dos los tipos de IRPF. Evitar la subida del IVA costaría 23.000 millones, mientras la bajada de impuestos anunciada por Salvini tendría un coste de alrededor de 30.000 millones. Esto significa recaudar dentro de pocos meses mas de 50.000 millones, un esfuerzo que parece fuera del alcance de las arcas públicas.
Además el Gobierno populista italiano sale aislado de las negociaciones para los puestos clave de las instituciones europeas. El único italiano que tiene un cargo importante es el nuevo presidente del Europarlamento, David Sassoli, que sin embargo milita en el Partido Demócrata, oposición del Gobierno.
Además la futura presidente de la Comisión Ursula von der Leyen parece tener una postura mucho más firme en temas presupuestarios que su antecesor Jean-Claude Juncker. El derechista Salvini y su aliado Luigi Di Maio, del Movimiento 5 Estrellas (M5E) no han conseguido cambiar la línea política de la UE, como habían prometido durante la reciente campaña electoral: el M5E no tiene aliados en Estrasburgo y se ha quedado sin grupo parlamentario, mientras Salvini, a pesar de haberse convertido en el abanderado del frente eurófobo en la Asamblea, no ha tenido la fuerza para cambiar los tradicionales equilibrios de la Unión.
Habrá que ver, entonces, si la próxima Comisión se conformará con las promesas y los espejismos contables que Italia ha utilizado para evitar la semana pasada el procedimiento de infracción. El ajuste recién aprobado, que Bruselas valora en casi 8.000 millones de euros, no supone un cambio estructural, sino un conjunto de medidas extraordinarias para equilibrar las cuentas.