
La lealtad mal entendida es una de las señas de identidad de Donald Trump. El presidente estadounidense ha demostrado en reiteradas ocasiones que la única forma de permanecer a su lado es dándole la razón, con caza y cese de los disidentes. La última víctima podría haber sido el gobernador de la Reserva Federal, Jerome Powell, al que solo un vacío legal parece separar de su despido.
Según informan varios medios estadounidenses, Trump ordenó el pasado mes de febrero que los servicios jurídicos indagaran la posibilidad de cesar a Powell, quien ha subido los tipos de interés en siete ocasiones bajo la actual administración republicana de forma opuesta a lo demandado por el presidente.
Hasta 1977, el presidente tenía la potestad exclusiva de designar al gobernador de la Fed, algo que el Senado modificó en aquel año. Así, desde entonces, el presidente puede nominar a un presidente y un vicepresidente del banco central, pero tiene que ser ratificado por la Cámara Alta.
Según la misma lógica, y aunque no está recogido de forma explícita en la ley, una mayoría de juristas considera que Trump no podría deponer unilateralmente al líder de la Reserva Federal, sino que tendría que contar con la aprobación del Senado. La legislación sólo indica que "el portavoz de la Reserva Federal sólo puede ser destituido con una causa", dando a entender una imputación judicial, pero mantiene una inconcreción tanto del motivo como del sujeto que podría efectuar la destitución que sería lo que podría alegar el presidente para el cese de Powell.
Tras la publicación de estas informaciones en los medios estadounidenses, el consejero económico de la Casa Blanca Larry Kudlow señaló que actualmente no se está estudiando un cambio en la posición de Powell.
Trump ha mostrado su descontento con las políticas de Powell en reiteradas ocasiones, e incluso amenazado con el despido en público. Le culpa principalmente de que la economía no crezca tanto como pudiera debido a las subidas de tipos de interés.